La habitación

La habitación
Historias como la contenida en «La habitación» presentan en su lectura o visionado una compleja problemática fundamental, en la que es fácil cuestionarse la moralidad de ser un espectador de la narración. Son historias donde se muestran profundos niveles de horror y desgracia, y asistimos a ellas con una extraña mezcla de emociones entre las que se incluyen, aparte de un rechazo a la situación, empatía, compasión e identificación emocional, mientras surge la pregunta de si no hay también cierto voyerismo en la misma acción, una duda que inquiere sobre la motivación de ver el sufrimiento de otra persona en primer plano.

Y sin embargo, historias de un secuestro, cautiverio, violación continuada durante años y liberación posterior han tenido gran notoriedad en todo tipo de medios de comunicación, tanto en la prensa más sensacionalista como en reportajes de investigación. En los últimos años ha habido varios casos particularmente conocidos con estas características, como el de Ariel Castro y las tres mujeres que mantuvo secuestradas en Cleveland durante diez años hasta 2013, el del austríaco Wolfgang Priklopil y la joven secuestrada Natascha Kampusch durante 3096 días hasta su huída en 2006, y el del también austríaco Josef Fritzl, quien secuestró a su propia hija de dieciocho años durante veinticuatro años en el sótano de su casa familiar de Amstetten, hasta 2008. Son sucesos que abordan el horror y empujan más lejos el límite de deshumanidad de la que es capaz una persona.

la_habitacion_3El caso de Josef Fritzl fue el que removió a la escritora Emma Donoghue y sirvió de punto de partida para su novela «La habitación», publicada en 2010 y finalista del Man Booker Prize. En el libro, Donoghue no se queda en la superficie de una impactante historia y mueve su centro de atención hacia otra persona que la ha vivido. En la mayoría de casos, incluso los mencionados, nacieron hijos fruto de las violaciones y Donoghue reflexiona sobre cómo puede ser el torbellino interior y el proceso de descubrimiento que sufre un niño, cuyo universo se había reducido al pequeño zulo en el que había vivido desde que nació, cuando es liberado y expuesto al mundo.

El libro se mueve entre el naturalismo y el cuento infantil, donde drama y momentos de alegría entre madre e hijo se intercalan con armonía. Toda la narración de la novela «La habitación» es contada a través de los ojos de Jack, un niño de cinco años que solo conoce la habitación y cree que es el lugar que le salva del vacío del espacio exterior. En primer plano está él y la transición de un mundo a otro por parte de un niño inocente. En un segundo plano, palpable, cargado de emotividad pero filtrado a través de su relato en primera persona, existe el horror del cautiverio de una madre que se esfuerza en dar toda la felicidad posible a su hijo. Cuando el niño es introducido en el mundo, como dice un personaje tanto en el libro como en la película, «el niño aún es plástico», e inicia su proceso de adaptación a su nueva realidad cotidiana en un mundo que desconoce.

La propia escritora irlandesa es quien adapta la novela para la gran pantalla, realizando cambios inevitables en su traslación. El primero y más notable es la pérdida de la presencia del lenguaje de Jack, de la textura lingüística que construye su visión del mundo y que filtra la realidad para el lector. Ello hace que en la película, con su lenguaje visual que obliga a que todo sea más visible, la presencia de la madre coja un protagonismo mayor. Jack sigue siendo el punto de vista pero su madre ahora está en casi cada plano, su rostro es visible en cada interacción y ambos personajes cogen igual peso.

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La gran dirección del también irlandés Lenny Abrahamson («Frank») logra crear una sensación enormemente compleja y necesaria para la película: la claustrofobia del encerramiento en un zulo pero expandido a la vastedad de ser un universo entero para Jack. La creación del espacio, de los personajes y de la tensión durante su primera mitad es tan tangible como absorbente.

Posteriormente llega el cambio de universo y tanto madre como hijo son expuestos a otro tipo de presión. La periodista Lola Huete Machado, en una entrevista para El País a Natascha Kampusch tras su liberación, escribe en 2011: «Sobre la crueldad de la sociedad (especialmente la suya) sabe ya bastante Frau Kampusch. «Poco a poco me di cuenta de que había caído en una nueva prisión». La voracidad de la opinión pública. Y además, la investigación policial sigue tan viva como la expectación sobre su persona». Jack y su madre viven esta voracidad, pero también experimentan el encajar en un mundo y en un universo familiar que, a pesar de todo, ha seguido girando sin ellos. Para Jack el mundo es nuevo, para su madre el retorno es algo completamente diferente.

La película muestra la creación de ambas realidades, la exterior y la contenida en la habitación, con gran inteligencia y las dos construcciones son diferentes para cada personaje. Ellos las crean con distintos pasados y limitaciones, generando una amalgama donde las escenas de alegría y las situaciones dramáticas se hallan entretejidas. El filme ahonda en cómo los personajes intentan adaptar el mundo que les rodea en cada situación mientas buscan cierta felicidad. Este sentimiento y la lucha por tratar de dar forma al mundo es, en mayor o menor grado, universal, especialmente en aquellos momentos en los que la realidad, a causa de algún evento, se descompone y se tiene que volver a dar sentido al mundo.

Gracias a la construcción de los pequeños universos personales, la narración de «La habitación» dista completamente de ser un viaje voyerístico por el horror. La distancia creada por tener la narración a través de la visión de Jack genera una dislocación que no sobredramatiza la película y sí proporciona una sensación de profundidad sobre la tragedia narrada. El filme es un complejo drama humano, magníficamente interpretado por Brie Larson en el papel de la madre y en especial por Jacob Tremblay como Jack (sorprendentemente, de las cuatro nominaciones a los Óscars recibidas por la película, hay la de mejor película, mejor guión adaptado, mejor actriz principal pero no la de mejor actor), un filme incómodo, perturbador y desgarrador, pero emocionalmente complejo y penetrante.

 

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Ficha técnica:

Dirección: Lenny Abrahamson.
Intérpretes: Brie Larson y Jacob Tremblay.
Año: 2015.
Duración: 118 min.
Idioma: Inglés.