Yo, Daniel Blake

Yo, Daniel Blake
Ken Loach, sin hacer compromisos ni a su realismo social ni a la causa de su cine, presenta su película más conmovedora y necesaria. «Yo, Daniel Blake» no es solo la historia de un trabajador desempleado, es la visión de una deshumanización sistémica que afecta a cada uno de nosotros, ciudadanos de la sociedad neoliberal, alzando una voz para tratar de generar un cambio catártico.

«Hablemos de poética». Así es como Aristóteles da inicio a su famoso tratado «Arte poética», el texto nuclear sobre el que se fundamenta todo el desarrollo de la teoría literaria y teatral posterior. En él, Aristóteles ensalza la tragedia de Sófocles y denomina a «Edipo Rey» como la obra más perfecta. Si habláramos de la poética del realismo social cinematográfico, Ken Loach es uno de los realizadores más destacados y «Yo, Daniel Blake» su obra más perfecta.

Para Aristóteles, el objetivo de cualquier pieza dramática es la catarsis, un término ambiguo que se traduce como la purgación o liberación de las pasiones en el espectador, y la cual se alcanza mediante la imitación de una acción completa al inspirar miedo y compasión. Estos dos términos son la clave, compasión por el héroe fallido que tiene ante él y miedo a que pueda ser él mismo en el futuro quien se encuentre en su lugar. Del concepto de imitación al de realismo solo hay un pequeño salto conceptual y lo interesante de la poética aristotélica es que la perfección de una obra reside en el efecto que crea en quien la ve. La generación de estas dos emociones, según su visión, convertían al espectador en mejor ciudadano y regeneraban moralmente a la sociedad de su época. Ken Loach, con esta película y dada su finalidad, se ensalza como hijo predilecto del pensador griego.

Yo, Daniel Blake

«Yo, Daniel Blake» narra la odisea de un carpintero de obra quien, al tener que estar unos meses en reposo tras sufrir un grave infarto, solicita los subsidios por baja de enfermedad a los que tiene derecho. Aquí, en este caso, el héroe de Loach no se encuentra atrapado en una situación imposible a causa del aparato divino. La máquina infernal, como la llamó Jean Cocteau, es en esta ocasión el propio Estado y su burocracia deshumanizadora creada para someter y despersonalizar a sus ciudadanos. El entramado burocrático al que se encuentra arrastrado Daniel Blake podría ser calificado de kafkiano, pero en realidad es el que se considera hoy en día como normal. Hay unas normas, unos procedimientos, colas para peticiones, esperas, incompresibles papeles que rellenar y, en el telón de fondo, unas privatizaciones movidas por intereses económicos que priman por encima del servicio social. En primera línea de fuego está el protagonista de esta película, aunque no está solo dentro de esta maquinaria. Muchos otros le acompañan, madres solteras, jóvenes, familias, voces que han sido apagadas y que no cuentan con la fuerza de poder hacer una declaración o manifiesto que empiece con la simple palabra «Yo», como hace Blake.

Ken Loach, con sus ochenta años ya cumplidos, tiene una visión de la realidad y unas ideas lo suficientemente conocidas como para que la temática y la forma de tratar a sus personajes no sean una sorpresa. Colabora de nuevo con Paul Laverty en lo que es una de las asociaciones más fructíferas del cine, pareja y también guionista aunque ocasional de Icíar Bollaín tras conocerse en el rodaje de «Tierra y Libertad». Loach y Laverty no solo toman partido en cada uno de sus filmes sino que su cine se coloca normalmente en la mirada de la gente común, del trabajador o persona desfavorecida, dándoles cuerpo, voz y protagonismo. Su cine suele contener ironía, alguna nota de comicidad, una gran cantidad de humanidad y, sobre todo, una gran impronta de necesidad que aquí resulta acuciante.

El filme no solo es el testimonio de un trabajador inglés abocado por el sistema a los límites de la sociedad, es una llamada de atención ante el fin del estado del bienestar, intentando evitar ser su epitafio. En la película de Loach no solo están en juego los derechos a subsidios, lo están también varios derechos humanos fundamentales: dignidad, trabajo, entre otros, que hoy en día cada vez se asemejan más a un ideal romántico que a un legado racional ilustrado. En este sentido, «Yo, Daniel Blake» es posiblemente la película de Loach con más sentido de urgencia.

Yo, Daniel BlakeLoach consigue extraer una loable actuación de Dave Johns, actor principal y quien es más conocido por su faceta de cómico. La película tiene varias escenas poderosas y un sentimiento de inevitabilidad y desesperación que hierve bajo su calmada apariencia, salpicada con toques de humor, para construir un relato completamente absorbente. Esto no quiere decir que la película sea perfecta. Su lógica interna hace que sea previsible en múltiples ocasiones, tanto narrativa como ideológicamente. Uno ve llegar el final con antelación, aunque es una conclusión lógica para cerrar la historia. La película no presenta sorpresas y el guión no busca grandes giros, pero es directa y honesta, lo suficientemente impactante como para ganar la Palma de Oro en el pasado festival de Cannes con un jurado presidido por George Miller, responsable de la apocalíptica saga de «Mad Max».

Loach, al ganar el premio, declaró que «este mundo neoliberal en el que vivimos amenaza con llevarnos a la catástrofe. ¡Otro mundo es posible y necesario!». El director, con sus ochenta años y dos Palmas de Oro, aún quiere cambiar el mundo y la sociedad en la que vivimos. Para ello emplea su poética del realismo social, aplicando los principios aristotélicos para así lograr la catarsis que busca hacer sentir al público. El espectador no solo siente compasión por héroe de esta realidad social, siente miedo al ver que no existe una gran distancia entre él y Blake. El aristotélico Loach logra crear con tanta fuerza ambas emociones que es imposible no salir de la sala de proyección sin haber sido afectado por la película, queriendo no solo volver a ejercer como ciudadano con conciencia sino queriendo devolver la dignidad al término.

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Ficha técnica:

Director: Ken Loach.
Intérpretes: Dave Johns, Hayley Squires y Sharon Percy.
Año: 2016.
Duración: 100 min.
Idioma: inglés.
Título original: I, Daniel Blake.