Hitchcock / Truffaut

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El documental «Hitchcock/Truffaut» que llega ahora a la gran pantalla tiene realmente su inicio en la última década del siglo XIX, cuando nació el cine. En esos años, concretamente en 1899, fue también cuando nació Alfred Hitchcock.

El director inglés no solo dio sus primeros pasos a la vez que el cine, vivió todo su desarrollo y contribuyó enormemente a él durante toda su vida, hasta su fallecimiento en 1980. Si uno recorre cronológicamente su filmografía, en sus películas puede ver toda la historia del séptimo arte y sus grandes transformaciones, desde la época de los primeros estudios, las producciones mudas, la transformación con la llegada del sonido, la explosión del color, la fascinación creada por el star-system, la época dorada de Hollywood, la competencia con la televisión, hasta la llegada del vídeo doméstico. Hitchcock siempre estuvo allí, demostrando que el calificativo de séptimo arte no le venía tan grande al cine, aunque la crítica de su tiempo no terminara de valorarle como director. Hoy en día se considera a Hitchcock incluso el director más influyente de todos los tiempos, por delante del gran maestro D.W. Griffith («El nacimiento de una nación», 1915), pero su cine no siempre fue visto ni apreciado de este modo. Hitch, como se le conocía en Estados Unidos, era popularmente reconocido como el Maestro del Suspense pero este título nobiliario no implicaba más que una buena valoración como un ingenioso artesano. Sus películas eran vistas como productos de entretenimiento, desprestigiadas para la crítica por haber sido éxitos de taquilla. Pero un grupo de críticos y cineastas franceses veían en el director inglés a un creador artístico, a un auteur, y a partir de los años 50 lo defendieron de la desconsideración crítica.

Si ha habido pocos directores tan importantes como Hitchcock, pocas revistas de cine han sido tan relevantes, influyentes y prestigiosas como la francesa Cahiers du Cinema. Fundada por el crítico André Bazin en 1951, los artículos de François Truffaut, Jean-Luc Godard, Jacques Rivette y Éric Rohmer entre otros crearon en sus páginas una nueva visión del cine. Muchos de ellos eran o serían directores cinematográficos y, con Truffaut a la cabeza, difundieron a modo de manifiesto lo que se llamó la politique des auteurs, donde abogaban por reconocer a ciertos grandes directores cinematográficos como destacados artistas o autores, situándolos al mismo nivel que los grandes novelistas, poetas, pintores y compositores. La suya fue una reivindicación basada en la estética y el lenguaje cinematográfico, aunque cierto interés personal también había, ya que muchos de ellos serían también directores auteurs. En su proclama resonaban ecos de una disputa a favor del realismo social y posicionaban al director no solo como un técnico sino como un artista estético que componía, mediante el lenguaje visual, una puesta en escena con un estilo propio. Y, para Truffaut, Hitchcock era de los suyos, no solo un director más. «En Estados Unidos, vosotros llamáis a este hombre ‘Hitch’, en Francia nosotros le llamamos Monseiur Hitchcock» dijo Truffaut con aspecto desafiante en un homenaje al director inglés. Opuesta a esta política de auteurs, característica de la nouvelle vague francesa representada por las voces de Cahiers du Cinema, se encontraban por un lado el funcionamiento de la industria cinematográfica, basada en producciones de estudio, y las corrientes teóricas de la época.

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François Truffaut y Alfred Hitchcock

Incluso hoy en día se aprecia una dualidad binaria en la concepción de lo que es una película: ¿es una obra autorial o, por el contrario, el producto de una industria del entretenimiento? Cuando una cinta gana el Óscar, por ejemplo, la estatuilla dorada no la recoge un sonriente director. Lo hacen unos desconocidos productores, quienes son las personas que han contratado a actores, montadores, han buscado inversores, comprado los derechos del guión, controlado el presupuesto y, también, fichado al director, despidiéndole si no les gustaba lo que hacía y volviendo a contratar a un sustituto para que terminase de rodar la película. Sin embargo, si muchas películas, particularmente las destinadas al puro entretenimiento, se han rodado con estilos y aspecto similar, no se puede afirmar lo mismo de las películas de directores tan personales como Takeshi Kitano, Bela Tarr o David Lynch, por citar a tres nombres contemporáneos tan diferentes, que se caracterizan por tener un estilo y una visión cinematográfica propia que afecta a toda la producción de una película.

En el plano teórico hay que tener en cuenta que, a partir de los años cincuenta, fue una época altamente interesante. La idea de la politique des auteurs chocaba con la visión que tenía la corriente del New Criticism, que desde el estudio literario afectaba a todas las artes. Los Nuevos Críticos veían un objeto artístico como una obra autocontenida, rechazando cualquier visión u obra anterior del autor en el estudio de la misma, y denunciaban la falacia de la intención autorial. En este sentido los Nuevos Críticos fueron, dentro de las artes y para el autor situado en la cúspide del proceso creativo, el preámbulo de su destronamiento, un derrocamiento que prosiguió con fuerza en los años 60 con el cuestionamiento de Michel Foucault en «Qué es un autor», su asesinato con la proclamación de «La muerte del autor» de Roland Barthes y el regocijo deconstructivo posterior de Jacques Derrida.

Fue dentro de este contexto que el ya reputado director de «Los 400 golpes» (1959), «Tirad sobre el pianista» (1960) y «Jules y Jim» (1962) cruzó el charco en 1962 para ir directamente a la fuente, al autor, y realizar una extensa entrevista a Alfred Hitchcock. Su intención, tal y como él mismo escribe, era conversar con Hitchcock porque su «obra ha sido hasta ahora tan gravemente subestimada que conviene, antes que nada, colocarla en su verdadero lugar, uno de los primeros. […] Si se quiere aceptar la idea, en la época de Ingmar Bergman, de que el cine no es inferior a la literatura, yo creo que habría que clasificar a Hitchcock –aunque, a fin de cuentas, ¿para qué clasificarle?– en la categoría de los artistas inquietos como Kafka, Dostoyevski, Poe.» Truffaut no entendía el poco respeto que la crítica norteamericana tenía por Hitchcock, y pensó que la forma más directa de hacerles cambiar de opinión era mediante un profundo estudio de su obra y una metódica entrevista.

En 1962, la voz de François Truffaut, quien ya había conocido al director inglés en 1955 siendo aún solo un crítico, poseía cierto peso. En la época de la entrevista Hitchcock venía de cosechar su mayor éxito con «Psicosis» (1960), recibida con ambivalentes críticas pero con gran furor por parte del público, y se encontraba en plena post-producción de «Los pájaros» (1963). Truffaut había preparado minuciosamente la entrevista casi como un interrogatorio, en la que se trataría detalladamente cada película, las circunstancias que la rodearon, la escritura del guión, su elaboración, y la visión de Hitchcock sobre cada uno de sus títulos tras haberlos concluido. En las grabaciones poco protagonismo busca Truffaut, quien está allí para entrevistar, estudiar y reivindicar a un maestro. Hitchcock, con voz pausada y mediante una traductora simultánea, fuma, habla y analiza extensamente su obra, con una claridad y una inteligencia impresionantes. Empleando una enorme y nítida simplicidad de lenguaje, Hitchcock da una clase magistral de cine que ha sido objeto de estudio por muchos directores posteriores. Truffaut menciona que hubo más de cincuenta horas de grabación aunque su hija, Patricia Hitchcock, donó en 1984 un conjunto de cintas con únicamente veinticinco horas pero, actualmente, solo hay fácilmente accesibles doce, que se emitieron en la radio francesa. Truffaut publicó un libro recogiendo las entrevistas en 1966, libro de cabecera de cualquier cinéfilo titulado «El cine según Hitchcock», y realizó una revisión ampliada del mismo tras la muerte de Hitchcock, una de las últimas cosas que hizo el realizador francés antes de fallecer a causa de un tumor cerebral en 1984.

El director de Taxi Driver Martin Scorsese

El director de Taxi Driver Martin Scorsese

Durante las maratonianas entrevistas que duraron varios días, Hitchcock se muestra como un director proteccionista de su forma de ver el cine y de su visión para cada película, reacio a intervenciones externas y alguien que planifica y construye minuciosamente cada escena y cada plano. Habla de sus logros y sus decepciones, de su experiencia en Alemania, de su peor periodo, sus fracasos, de sus desencuentros con actores y llega a afirmar la controvertida frase de que «los actores son ganado», resumiendo el papel de éstos dentro de la precisa maquinaria que es cada una de sus películas. Hitchcock define con enorme claridad términos y conceptos y, con cada hora de entrevista, se crea una visión meticulosa y completa de lo que es una película para el Maestro del Suspense. Hitchcock consideraba que la forma cinematográfica más pura era la del cine mudo y que, mediante el lenguaje estrictamente visual, se tiene que dar forma a una historia. Él se presenta como un puro formalista, donde estructura, construcción y mecanismos visuales de suspense y ficción no solo sustentan la narración, son los que crean la emoción.

La película documental de Kent Jones procura lograr lo mismo que hizo Truffaut en 1962, reivindicar a un maestro en una época que parece haber dado la espalda a la forma de concebir el cine que tenía un autor como Hitchcock. Y qué mejor manera de hacerlo que mediante no solo las propias palabras de Hitchcock, sino también a través de las reflexiones de sus discípulos. El filme recorre de forma muy resumida el cuasi orden cronológico de la entrevista de Truffaut, analizando periodos y películas, insertando la voz de ambos directores entre secuencias de las obras. Además incluye de forma salteada otros extractos de entrevistas realizadas a directores contemporáneos, quienes recogen el testigo de reivindicar a Hitchcock. Martin Scorsese, David Fincher, Wes Anderson, Olivier Assayas, Peter Bogdanovich y Kiyoshi Kurosawa entre otros dan su visión sobre Alfred Hitchcock y resaltan la importancia que ha tenido en su propio cine.

David Andrew Leo Fincher es un director de cine estadounidense

El director y productor de cine estadounidense David  Fincher

Así «Hitchcock/Truffaut», con su corto metraje de hora y veinte, funciona perfectamente como una reintroducción al fascinante cine de Hitchcock y a su visión cinematográfica, una actualización de su presencia en el panorama cinematográfico actual de la mano de auteurs contemporáneos, y un merecido tributo para evitar que el director inglés vuelva a caer en el olvido ahora que el cine de estudio más impersonal, con sus grandes superproducciones, parece copar la cartelera y el imaginario. Si bien la película es precisa en su selección de extractos y momentos, por su extensión difícilmente puede adentrarse con profundidad en todas las cuestiones que trataron ambos directores. Sin embargo, la película es una inteligente y accesible puerta abierta que despierta la necesidad de recuperar el libro de Truffaut y de volver a ver una buena colección de las películas de Alfred Hitchcock y, al mismo tiempo, este documental de Kent Jones nos recuerda, como hizo Truffaut, que el cine de autor es fundamental para el séptimo arte.

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Ficha técnica:

Dirección: Kent Jones.
Año: 2015.
Duración: 79 min.
Idioma: Inglés/Francés/Japonés.