Fuego en el mar

Fuego en el mar

Ganadora del Oso de Oro en Berlín, este documental muestra la interrelación de dos mundos en una pequeña localidad italiana, el de la cotidianeidad infantil de un niño y el de la llegada de migrantes desde África, una nueva visión sobre el incesante drama humano llena de poeticidad, introspección y voluntad de querer ver.

A principios de septiembre de 2015 hubo una desgarradora instantánea que tendría que haber conmocionado al mundo. Esta fotografía de gran repercusión mediática mostraba a Aylan Kurdi, un niño sirio de tres años, muerto boca abajo en una playa turca. Su uso creó controversia pero sirvió para generar una imagen imborrable con la que ilustrar el drama sirio migratorio y así agitar la conciencia de Europa. Todo el mundo la vio, salió en todos los periódicos, en todas las cadenas. En septiembre de 2015 era imposible no verla. Un año después, y pudiendo ver las medidas tomadas tras la conmoción inicial causada por la imagen, el padre de Aylan Kurdi ha declarado que «la fotografía de mi hijo Aylan no sirvió para nada». Aplicando una lectura que se puede extraer de la película «Fuego en el mar», tal vez el problema no fue que no viéramos la imagen, es que lo hicimos con nuestro ojo vago, sin llegar a nunca ver de una forma activa, sin dejar que la imagen llegara completamente adentro de nuestra mente.

Fuego en el mar

«Fuego en el mar» relata otro drama migratorio que se vive en muchos puntos de Europa. El realizador Gianfranco Rosi muestra la vida y la cotidianeidad de una pequeña isla italiana, Lampedusa, 20 km cuadrados de superficie rodeados de mar, con 5.500 personas como población, situada a 205 quilómetros de Sicilia pero solo 113 de Túnez, a la que se calcula que han llegado 400.000 personas migrantes en los últimos 20 años y en cuyas aguas han perecido 15.000 personas intentando alcanzar Europa. Si uno da un paso atrás y mira los números de desplazamientos y fallecimientos en el Mediterráneo, puede tener una visión de la vertiginosa magnitud de una realidad que se ha vuelto cotidiana pero, igualmente, puede perderse en los números. Gianfranco Rosi hace el paso contrario, adentra el zoom de su cámara todo lo que puede hasta solo ver Lampedusa y, dentro de ella, a un grupo muy reducido de personas.

Su película se ha catalogado como documental, una etiqueta de la que el director no reniega por implicar un profundo arraigo con la realidad, pero «Fuego en el mar» es mucho más. El filme alterna las escenas protagonizadas por un niño italiano de Lampedrusa, con sus amigos, sus familiares, su problema de visión en un ojo, con otras escenas rodadas junto a los equipos de salvamento y acogida que hay en la isla. El filme no es solo un documental del drama, es una construcción casi neorrealista de una localidad, con una visión que se fija en el detalle, que acumula capas a medida que avanza, donde ambos mundos aparentemente no tienen conexión pero dialogan dentro de la narración y, en muchas ocasiones, de forma metafórica.

Fuego en el mar

Y es que Rosi no ha diseñado el filme como un alegato sensacionalista, no presenta diálogos politizados ni lecturas propagandísticas. Ha concebido «Fuego en el mar» como una película cinematográfica, que puede ser leída como documental pero a la que se suma una lectura simbólica que muchas veces proporciona únicamente la ficción. Es una apuesta hecha con inteligencia, y el resultado es enormemente conmovedor. Poeticidad, cotidianeidad y urgencia social se encuentran perfectamente unidas en esta película que ganó el Oso de Oro en la reciente Berlinale, entre otros premios.

Rosi, en entrevistas, ha comentado en diversas ocasiones que tanto el público como la prensa se acuerdan del drama social y de la figura del doctor, clave en la película, pero en pocas ocasiones del niño, de nombre Samuele. Él es el verdadero protagonista de la película y en quien la cámara se fija durante la mayoría del metraje. Es un niño que hace lo que puede en la escuela, que intenta aprender de sus mayores, que con su corta edad ya sufre de ansiedad y quien, en su mezcla de inocencia, vulnerabilidad y valentía infantil, tiene problemas para ver a causa de una ambliopía, es decir, un ojo vago. Samuele, durante la película, tiene que aprender a ver con este ojo que físicamente funciona a la perfección, pero cuyas imágenes no son utilizadas por la mente para crear una visión más nítida y tridimensional de la realidad. El tratamiento es sencillo, la oclusión del ojo sano, pero este remedio tiene un límite de edad y la aflicción puede llegar a ser irreversible en personas mayores. Samuele es forzado a volver a ver, tiene que aprender de nuevo a enfocar su mirada sobre la realidad.

Fuego en el mar

Lo mismo intenta hacer esta película. El nexo de unión entre ambos mundos, el cotidiano y el de los migrantes, tanto los rescatados como los muertos en el mar, es el médico local que les trata, a Samuele por su ansiedad y a las personas desfallecidas por la travesía. «Es el deber de todo ser humano, si se es humano, el ayudar a estas personas» dice justo a mitad de metraje. En la rueda de prensa de Berlín, este médico llamado Pietro Bartolo contó que ha sido entrevistado por casi todas las cadenas de televisión del mundo que se acercan a Lampedrusa para ver qué sucede allí. Posiblemente le hemos visto narrar en primera persona la tragedia que le duele relatar, como él mismo expresó, pero que acepta hacerlo porque espera, al igual que el director Gianfranco Rosi, que así se propague el mensaje y se despierte la conciencia de la gente y de aquellos que están en posición de hacer algo al respecto. Las imágenes de la tragedia que encuadra la película, en realidad, no son nuevas. Lamentablemente las hemos visto semana tras semana, mes tras mes, sin que nuestra sociedad reaccione ante su visionado. Tal vez, como Samuele, tengamos un ojo vago y tenemos que aprender a ver la realidad de nuevo. «Fuego en el mar», con su visión llena de belleza contenida y tragedia, la muestra con el mejor cine y los ojos abiertos. Esperemos que no lleguemos demasiado tarde a corregir nuestra ambliopía emocional.

 

Ficha técnica:

Dirección: Gianfranco Rosi.
Año: 2016.
Duración: 114 min.
Idioma original: Italiano.