Critica de Sobre el infinito

En la película existe una imagen que representa perfectamente el cine del sueco Roy Andersson. En la escena, un hombre dentro de un bar observa nevar. Dice: “¿No le parece fantástico?”. “¿El qué?” alguien responde mientras otro personaje sigue con la vista fija dentro su vaso, sin querer entender qué está sucediendo y perdiéndose la belleza que cae tras él. El cine de Andersson es sencilla poeticidad pero exige al espectador un código de visionado completamente diferente del habitual, parecido al que hay que realizar al pasar de leer novelas río como “Guerra y paz” a una colección de haikus.

En “Sobre lo infinito”, Roy Andersson sigue fiel a su estilo característico. Al igual que en su “Trilogía viva”, formada por su galardonado anterior filme “Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia”, “Canciones del 2º piso” y “Vosotros los vivos”, “Sobre lo infinito” es una colección de dioramas rodados con un plano abierto y cámara fija, viñetas estáticas depuradas de diálogo y trama e interconectados ocasionalmente por personajes o por algún elemento, como la nieve. Para alguien que se acerca por primera vez al cine de Andersson, “Sobre lo infinito” puede ser un descubrimiento y para quien lo conoce puede no suponer ninguna novedad, aunque nadie le pediría a Rembrandt que cambie su estilo.

En esta ocasión, el elemento conductor es principalmente una voz femenina en ‘off’ que encabeza los cuadros vivientes con frases como “He visto a un hombre/una mujer que…”. Con la inspiración de “Las mil y una noches”, esta Sherezade incorpórea navega por el tiempo y el espacio mostrando momentos de la existencia, pequeños relatos que transitan desde la bella simplicidad de un padre atando los cordones de su hija bajo la lluvia hasta la angustia emocional de un fusilamiento. Lo infinito referido en el título de la película es la existencia humana y, a pesar del corto metraje del filme —76 minutos—, uno siente que Sherezade podría mostrar sus historias ad infinitum y el rey espectador querría seguir viéndolas.

Cierto es que esta nueva película de Andersson carece de escenas tan impactantes como la del rey Carlos XII en “Una paloma se posó en una rama a reflexionar sobre la existencia”, pero también de su dosis de humor negro y pesimismo. “Sobre lo infinito” es una película menos ambiciosa pero más sutil y bella, donde se aprecia una visión menos pesimista de la vida. Como en sus otras películas, Andersson plantea una reflexión sobre la condición humana a través de sus cuadros animados pero lo hace desde un punto de vista filosófico, el cual ha esbozado en entrevistas, en el que busca la involucración del espectador.

“Mi filosofía es que el arte siempre tiene que estar al servicio del humanismo y de la empatía” ha confesado Andersson. Aunque va más allá al afirmar que, como director, al igual que cualquier artista de otro campo, tiene una responsabilidad en la composición de su obra ya que contribuye a la creación de una visión del mundo. Por ello ha rechazado que sus películas se basen en el cinismo como elemento estructural y afirma que sus filmes buscan que el espectador pueda crear una forma de identificación con lo que transcurre en pantalla y así motivar una reflexión.

Para lograrlo, Andersson proporciona el espacio y el tiempo para que el espectador no solo se inserte en la escena pero reflexione dentro de ella. El realizador construye el set de cada escena desde cero en un estudio de filmación, controla cada detalle y elimina las sombras para que todos los elementos queden enfocados, despoja de cualquier barroquismo las actuaciones de sus actores, deshoja el diálogo hasta que solo queda algo mínimo, elimina cortes entre planos para no romper la atención, desacelera el desarrollo para que uno pueda sentir que el tiempo se detiene. Pero, de igual forma, Andersson recurre a un absurdismo beckettiano. Al igual que Samuel Beckett y muchos otros, Andersson logra desfamiliarizar al espectador.  A través de la alienación, el director muestra destellos de momentos cotidianos dentro de una escena absurdista, una técnica que aspira a desarmar las defensas del espectador para mostrar la paradoja de la existencia sorteando preconcepciones.

El cine de Andersson tiene como puntos de referencias tanto obras cinematográficas como pictóricas. En cierta manera, el visionado de una película de Roy Andersson es como ver una obra de Bill Viola: requiere del espectador una poética de la contemplación completamente diferente. Es lógico que, aunque solo cuente con seis largometrajes, las retrospectivas de Andersson no se realicen en multicines sino en museos como el MOMA de Nueva York. Son pequeñas obras maestras, atemporales y lamentablemente destinadas a un público minoritario.

 

Ficha técnica:

Director: Roy Andersson. Intérpretes: Ania Nova, Lesley Leichtweis Bernardi, Martin Serner y Thore Flygel. Año: 2019. Duración: 76 min. Idioma original: Sueco.

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