45 años

45 años
Cuatro categorías de películas se suelen agolpar en las carteleras navideñas y de año nuevo: las producciones medianas o más bien pequeñas que prueban suerte en una época donde la gente tiene más tiempo libre, las películas familiares y de animación con padres deseando que sea de Pixar, los super-mega-y-demás-prefijos-grecolatinos blockbusters (aunque este año va a ser difícil encontrar un adversario que ose enfrentarse a «Star Wars»), y las películas que están en plena carrera dentro del circuito de festivales, con productores que empiezan a deslumbrarse con la promesa del dorado de las estatuillas de los Óscar. Es posible que «45 años» empezara como una del primer tipo, un pequeño drama inglés que se apoyaba principalmente en el peso de sus actores, pero ha tenido tan buena vida en los festivales y premios que se ha convertido en una película del último tipo.

Si no es lo mismo ganar El Planeta o el Unicaja, tampoco es lo mismo a nivel de beneficio económico ganar un Óscar que un EFA (European Film Awards). Una película norteamericana confeccionada por un estudio importante muchas veces puede saltarse la cola y entrar en la contienda de los Óscars directamente, pero una película pequeña o extranjera necesita venir avalada por una buena recolección de premios. No es extraño que una pequeña termine triunfando en los festivales y, en función de cuál se gana, como en los premios literarios, la difusión y los ingresos del filme se amplifican. Las hay a las que les toca el gordo de navidad, como sucedió con «Corazón rebelde», una película sobre un cantante de country alcoholizado que los productores pensaron inicialmente lanzar directamente en DVD y que, tras ser finalmente estrenada en cines, tanto Jeff Bridges como Ryan Bingham se llevaron un Óscar a casa como mejor actor y por mejor canción respectivamente. Eso sí, antes la película tuvo que desfilar por multitud de festivales y premios como St. Lois, los Satellite, Palm Spring, London Critics Circle Film Awards, Iowa, Independent Spirit Awards, Denver, Bafta, Globos de Oro y muchos otros.

45_imagen2«45 años» está completando este maratón. Ha pasado por la Seminci de Valladolid llevándose el premio a la mejor actriz, nominada en la misma categoría de los Satellite, ganó como mejor película y a la mejor actriz en Edimburgo, en los British Independent Film Awads fue nominada en cuatro categorías, la asociación de críticos de Boston y Los Ángeles también la premiaron por su actuación femenina, igualmente en los EFA y, sobre todo, viene avalada por el prestigio del festival de Berlín, donde se alzó con dos Osos de Plata a la mejor actriz y al mejor actor. Es posible que «45 años» termine su recorrido en este punto pero algunas quinielas apuestan a que tiene serias posibilidades de ser una de las contendientes en los Óscars dentro de la categorías de mejor actriz, y puede que en mejor actor y mejor guión adaptado.

Y la pregunta lógica es, dado todo este revuelo y ruido alrededor de ella, ¿es la película realmente tan buena? En el caso de «45 años» sucede que, si bien la publicidad y el encumbramiento de los premios es un respaldo importante, extrañamente esta atención juega en contra de la naturaleza de la propia película. «45 años» es un drama sutil, que tiene una apariencia costumbrista y mueve sus emociones sin apenas hacer ruido. Es de las películas que, para que funcione, necesita actuaciones de su pareja de actores tan contenidas como perfectas, dos interpretaciones que consigan llenar en la ficción una realidad de 45 años de matrimonio donde los silencios y las miradas son tan elocuentes como una conversación.

La película narra el vaivén emocional de una pareja que, preparando la celebración de sus cuatro décadas y media de matrimonio, recibe una carta remitida por las autoridades suizas informándole de que han hallado el cuerpo de la pareja anterior del marido, fallecida casi cincuenta años atrás en un accidente en los Alpes. La influencia de la presencia de esta figura difunta, prácticamente silenciada en las conversaciones de la pareja durante los años, se va revelando en el entramado emocional del matrimonio.

45_cartelCon la aparición del cuerpo por la retirada de las nieves, hay un deshielo literal de las emociones. La presencia del pasado, la imposibilidad de conocer realmente a una persona y la accidentalidad de las elecciones son temas en los que se fundamenta la historia, pero tratados con una gran contención dramática que hace que resuenen todavía más en la calidad de las actuaciones. Es una película perfectamente medida donde cada elemento, sea la utilización del espacio exterior, los tic-tacs con que resuenan la casa, la falta de fotografías en las paredes o la relación especular entre dos objetos como un anillo de madera y un colgante de plata, tiene una doble función simbólica y narrativa. Su director, Andrew Haigh («Weekend»), muestra la vida y la relación de esta pareja con el suficiente espacio y atención al detalle que uno se olvida de que asiste a una construcción, con un acercamiento que posee reminiscencias de Bergman en «Secretos de un matrimonio».

El personaje interpretado por Charlotte Rampling es, de los dos principales, el más diseccionado por la cámara y sobre el que recae el punto de vista de la historia. A sus casi 70 años, Rampling demuestra que la complejidad y verosimilitud de un personaje es también un logro interpretativo de la experiencia. Su pareja actoral, Tom Courtney, un actor británico menos conocido y a todas luces malgastado en producciones anteriores, tiene un peso y un tiempo en pantalla menor pero, por ello, destaca aún más el laberinto emocional que muestra en su personaje. Juntos no solo crean la relación de pareja, también el eco de 45 años.

«45 años» presenta un gran peligro y es que tiene toda la apariencia de ser uno de estos dramas que tanto gusta al crítico intelectualoide y tanto aburre al espectador que busca una historia que se cuenta, que se desarrolla durante el tiempo de metraje y que se cierra en su conclusión. Esta es una película que no se basa en un desarrollo narrativo sino emocional y culmina, fiel a sí misma, entre silencios y lecturas entre líneas, con sutileza pero habiendo detonado una carga de profundidad que apenas aflora en la superficie. Hay una escena a mitad del filme donde la mujer acaricia la cicatriz de la operación de bypass que sufrió el marido, un perfecto simbolismo de toda la historia. La cicatriz está en la superficie de la piel, la historia hay que leerla en las marcas que ha dejado.

Ficha técnica:
Director: Andrew Haigh.
Protagonizado: Charlotte Rampling y Tom Courtenay.
Año: 2015. Duración: 95 min.
Idioma: Inglés.