Experimenter

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Foto de portada: Stanley Milgram y su ‘shockbox’
Centrado en los experimentos sobre la obediencia ante la autoridad, el realizador Michael Almereyda emplea la vida del psicólogo Stanley Milgram para volver a dar relevancia a unos estudios de resultados tan conflictivos como inquietantes, una visión científica sobre la naturaleza humana que nunca ha perdido su relevancia ni su controversia.

La búsqueda por entender la naturaleza humana ha perseguido a la humanidad durante milenios, construyendo un gran número de explicaciones desde metáforas religiosas como el pecado original y dualismos del alma para explicar la capacidad del hombre para generar el horror y causar daño a sus semejantes. Famosa es en este aspecto la frase de Rosseau afirmando que «el hombre es bueno por naturaleza, es la sociedad que lo corrompe», pero no ha sido hasta la eclosión de la psicología social que se ha podido explorar con cierto rigor muchas de las cuestiones relacionadas con el comportamiento comunitario del ser humano. Lo que antes podía quedar reducido a aforismos como la frase de Rosseau, hoy en día son estudios con base científica. Sus investigaciones son controvertidas y polémicas, tanto por los métodos muchas veces empleados como por sus conclusiones que, en un gran número de casos, dan la razón a otro aforismo, éste de Oscar Wilde, quien afirmó que «cuanto más analizamos a la gente, más se desvanece la razón de todo análisis. Tarde o temprano se llega a esa espantosa cosa universal a la que llamamos naturaleza humana.»

Extremadamente conocido fue el famoso experimento de prisioneros y guardianes de Stanford realizado en 1971, aunque su metodología fue poco sistemática y sus resultados teñidos de subjetividad al intervenir el propio investigador en el experimento. Más sistemático y con mayor rigor fue el conducido por Stanley Milgram, diez años antes, sobre la obediencia. Ya se habían realizado experimentos como los de conformidad conducidos por Solomon Asch, en los 50, sobre comportamiento del individuo dentro de un grupo, pero Milgram quería llevar la investigación un paso más allá; quería entender bajo qué condiciones una persona obedece a una autoridad y realiza acciones que van en contra de su conciencia individual. La motivación de Milgram era entender el gran horror del siglo XX que había consternado al mundo, comprender cómo podía ser que personas normales participaran en la barbarie nazi.

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El realizador Michael Almereyda, responsable recientemente de dos arriesgadas aunque ligeramente fallidas adaptaciones contemporáneas de Shakespeare, «Hamlet» y «Cymbeline», recrea para la gran pantalla la vida de Stanley Milgram centrándose principalmente en el experimento de obediencia y los eventos que lo rodearon. Almereyda abre la película con el experimento de Milgram, en el cual un sujeto bajo la atenta mirada de un investigador administra un creciente voltaje a otra persona creyendo que es un experimento sobre métodos de aprendizaje. El director reconstruye con frialdad las imágenes del experimento, siguiendo el metraje real conservado, y juega al mismo tiempo con la ficcionalidad del medio cinematográfico, mediante escenas con el fondo en blanco y negro, rompiendo la cuarta pared o haciendo pasear un elefante por el pasillo. Es un montaje inteligente, estilizado y de tono ligero, el cual contrasta perfectamente con el profundo trasfondo que hay tras este biopic.

En el aspecto de biopic es donde la película sufre en su concepción, puesto que la fascinación provocada por los experimentos y las implicaciones que genera son el centro de atención, tanto del director como del espectador. Los aspectos más personales de Stanley Milgram caen en un segundo plano, simplemente esbozados, excusas para recuperar la importancia de su trabajo. Se muestran en pantalla otros experimentos, los cuales dejan ver no solo la capacidad de análisis de Milgram, también su inventiva dentro su campo. Peter Sarsgaard es un carismático conductor de la serie de experimentos que es la vida de Milgram, pero ni él ni su compañera de reparto Winona Ryder tienen nunca un material puramente dramático entre manos.

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Centrado en el punto de vista del personaje de Milgram, Almereyda tampoco explora con profundidad las críticas que suscitaron los experimentos de Milgram, las cuales provocaron una prohibición ética de prácticas similares en el futuro. Milgram fue acusado de conducir los experimentos bajo falsos pretextos e inducir daño psicológico en sus sujetos, creando una experiencia para las personas engañadas que accedían a participar que generaba un enorme estrés y conflicto interior. Otra de las grandes críticas que recibió Milgram es que se centra solo en el aspecto negativo de la obediencia a la autoridad, nunca en el positivo que permite la construcción y el funcionamiento de la sociedad. Bajo todas estas críticas se destila el que es también el punto de vista de la película: la existencia de una resistencia académica y social para aceptar unos resultados que arrojan una luz sombría sobre la naturaleza humana. El nombre de Milgram es uno de los más citados en psicología social y, a la vez, uno de los más cuestionados, puede que no solo por su experimento y métodos, sino por los resultados que obtuvo. Sus números son claros, el sesenta y cinco por ciento de los sujetos terminó infligiendo voluntariamente el máximo daño posible. Ciertamente supuso una experiencia traumática para las personas que accedieron a participar, y la película nunca se pregunta si el experimento fue moralmente ético. Para la película es más importante la incómoda verdad a la que llegaron los experimentos y que, en un documental sobre Milgram, un participante en los experimentos resumió como la revelación de que los nazis no eran un grupo de psicópatas, sino que bien podían haber sido gente de clase media de EE.UU.

«No se puede contar con la naturaleza humana para aislar al hombre de la brutalidad e inhumanidad bajo la dirección de una forma de autoridad maléfica», afirmó Milgram, «siempre que la orden venga de una autoridad legítima, como el anónimo experimentador. [U]no no puede dejar de preguntarse qué puede ordenar hacer el gobierno, con su autoridad y prestigio, a sus sujetos.» Y sin embargo, Milgram tenía cierto optimismo. Aparte de llevar a cabo el famoso experimento que concluyó que los seres humanos estamos distanciados solo por seis grados de separación, Milgram razonó que, bajo la influencia de otro sujeto que actuara como guía moral, el comportamiento éticamente correcto se impondría. En el año 2006 la cadena estadounidense ABC recreó el experimento de Milgram tras blindarse legalmente y presentando su planteamiento a un comité ético. El resultado no solo confirmó las conclusiones de Milgram 40 años después, sino que rasgó su esperanza puesto que solo hubo un mínimo descenso en la respuesta de obediencia si un sujeto veía a otro actuar de forma moralmente correcta ante el investigador. Tal vez la esperanza ante la naturaleza humana que vio Milgram radique en el conocimiento mismo, en la reflexión tras la absorbente «Experimenter» y entender sus resultados. Puede que con el entendimiento se cree una resistencia contra la inmoralidad de una autoridad y genere un sentimiento de responsabilidad en los ciudadanos que la obedecemos, muchas veces ciegamente. Ciertamente el mundo lo necesita. Como dice Milgram en la película, somos marionetas, pero tal vez podamos ver los hilos.

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Ficha técnica:

Dirección: Michael Almereyda.
Intérpretes: Peter Sarsgaard y Winona Ryder.
Año: 2015.
Duración: 98 min.
Idioma original: Inglés.