La izquierda ante el choque de trenes

Las izquierdas ante el referéndum de Cataluña
La esperpéntica sesión parlamentaria de aprobación de la ley del referéndum de autodeterminación mostró las contradicciones de la izquierda independentista y las profundas divisiones, al borde del estallido, de la izquierda no nacionalista catalana.

 La aprobación de la ley del referéndum convirtió el Parlament de Catalunya en un palenque que reflejó la profunda división de la sociedad catalana y el desprecio de la mayoría independentista por las formas democráticas. No es la primera vez que señalamos el uso instrumental por parte de los partidos secesionistas de los procedimientos democráticos, invocados cuando se consideran que favorecen la causa nacional, pero desechados cuando se perciben como obstáculos.

Ahora este comportamiento reviste la máxima gravedad, pues tras meses de anuncios y declaraciones de intenciones se produjo la anunciada ruptura con la legalidad española, pero también contra la catalana como se evidenció en el debate parlamentario y en las notificaciones de los letrados de la Cámara catalana. No es ningún secreto que los estrategas del proceso soberanista han buscado deliberadamente la máxima proximidad temporal del momento de la ruptura con la Diada para propiciar y mostrar la capacidad movilizadora de sus bases sociales e arrancar sin interrupciones la campaña del referéndum.

La esperpéntica y crispada sesión parlamentaria reveló que para las formaciones independentistas el valor de la democracia se circunscribe a ostentar una mayoría de votos. Una pulsión autoritaria reforzada por sus planteamientos para proclamar la independencia sin importar el porcentaje de participación y sin una mayoría cualificada para adoptar una decisión tan trascendental. Estas maneras despóticas no constituyeron una novedad, aunque sí resultó sorprendente el modo descarnado cómo se ejerció el menosprecio a las más elementales formas del parlamentarismo democrático y se menoscabaron los derechos de los grupos parlamentarios de la oposición. Si a esto le unimos las prescripciones incluidas en la Ley de Transitoriedad, nos enfrentamos a un modelo de república presidencialista y autoritaria, de fuerte contenido étnico y escasamente respetuoso con los derechos de la parte no independentista de la población la cual, como se vio en el debate parlamentario, fue expulsada simbólicamente de la nación. Esta conducta muestra la conexión del movimiento secesionista con los neonacionalismos económicos e identarios que la crisis financiera ha propalado por Europa. Para el movimiento independentista, la nación, la voluntad del pueblo, están por encima de constituciones, leyes y reglamentos. De manera que son los dirigentes de los partidos secesionistas los únicos intérpretes válidos de esa voluntad popular.

 

Implosión de la izquierda catalana

Quizás la parte políticamente más interesante de la tormentosa sesión fue el comportamiento de las izquierdas. Por un lado, se evidenció, contrariamente a lo que se afirma en medios conservadores a ambos lados del Ebro, la subordinación de la CUP a los postulados del nacionalismo burgués del PDeCat y pequeñoburgués de ERC, ahora reunidos en Junts pel Sí. Hasta el punto que su portavoz, Anna Gabriel, defendió la desafortunada labor de Carme Forcadell en la presidencia de la Cámara y mostró su complicidad con las formas autoritarias de la coalición gubernamental de la que en realidad son su apéndice izquierdista. Toda una lección sobre cómo, en los denominados nacionalismos de izquierdas, la cuestión nacional siempre prevalece sobre el eje social o, por decirlo plásticamente, donde la bandera se siempre se impone a la clase.

Por otro lado, la sesión escenificó en carne viva la profunda división de la coalición izquierdista Catalunya Sí Que Es Pot, formada por ICV, la sección catalana de Podemos y EUiA, que bordeó la implosión. Mientras el sector proveniente de ICV, representado por Joan Coscubiela y Lluís Rabell, vinculados al sindicalismo y al movimiento vecinal se mostraron extremadamente críticos con los métodos y objetivos del movimiento secesionista; el otro sector, encarnado por Albano-Dante Fachín de Podemos y Joan Josep Nuet de EUiA no ocultaron su malestar con las tesis Coscubiela y Rabell y su proximidad ideológica con la CUP que no sólo les cedió la palabra, sino que aplaudieron la intervención cupera del dirigente podemita. Ello sin mencionar el comportamiento de la diputada de Podemos, Àngels Martínez que retiró las banderas españolas, depositadas junto a las señeras en los escaños vacíos del PP, entre los aplausos de la CUP. Por cierto que particularmente Coscubiela, exsecretario general de CC.OO de Catalunya, se ha convertido en la auténtica bestia negra del independentismo de izquierdas, pues su trayectoria desmonta la identificación, utilizada hasta la saciedad por el movimiento secesionista, entre contrarios a la separación y el españolismo ultradrechista. En otro orden de cosas, contrasta la pasión soberanista de los dirigentes de Podemos cuyo electorado en Catalunya se muestra muy mayoritariamente contrario la secesión.

La división escenificada en la Cámara resulta la enésima demostración de que, cuando en la agenda política se impone el eje nacional, el debate y la acción política se dirime en el terreno de juego ideológico de la burguesía y la pequeña-burguesía donde la izquierda no tiene nada que ganar y siempre acaba perdiendo. La historia contemporánea de Catalunya es una clara muestra de esta lógica inexorable. Así, se evidenció en el largo periodo pujolista y aun con mayor claridad en el arranque del proceso soberanista que desató una profunda escisión en el seno del PSC entre sus dos almas, catalanista y españolista, que le condujo a un severo desplome electoral. Unas fuertes tensiones finalmente dirimidas con la salida del partido del sector nacionalista, ahora en las filas del movimiento secesionista.

Un proceso semejante se está produciendo en el ámbito de los Comunes. Hasta la fecha se habían movido en una ambigüedad estructural, resultado de la convivencia en la misma organización política de federalistas e independentistas. Una coexistencia imposible de sostener en un panorama dominado absolutamente por la cuestión de la secesión y donde la fuerza de las circunstancias obliga a posicionarse en un sentido u otro. Es como si en plena revolución socialista, una organización proclamara que en ella conviven capitalistas y comunistas.

Esto es particularmente visible en el entorno de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, quien tras muchas vacilaciones y contradicciones ha manifestado su decisión de facilitar los locales municipales para la celebración del referéndum, aunque está por comprobar si finalmente lo hará respondiendo al requerimiento en este sentido de la Generalitat, pues esto podría provocar la ruptura con sus socios de gobierno del PSC. Ello es aún más evidente en las posiciones de sus manos derecha e izquierda ideológicas, Jaume Asens, partidario de la independencia y Gerardo Pisarello quien se posicionó por sí crítico en la citada consulta con el argumento de castigar el centralismo y las políticas reaccionarias del PP. Una tesis errática pues el combate contra la derecha española no se resuelve con la separación de Catalunya de España, que debilitaría aún más a la ya de por sí atomizada y desestructurada clase trabajadora catalana, segregándola del resto de España, sino buscando una alianza con las fuerzas progresistas y transformadoras del conjunto del Estado.

Tanto más, cuando el proyecto independentista está reforzando al nacionalismo español conservador y al PP como su representante orgánico. Además, los dirigentes de los Comunes no han sabido o querido interpretar correctamente los resultados de las comicios, denominados plebiscitarios, del 27-S donde Ciutadans obtuvo amplias mayorías en los barrios obreros del país, mostrando el rechazo de estos sectores sociales a la secesión. Los mismos que unos meses después les otorgaron la condición de primera fuerza política en las elecciones generales cuando el debate no estuvo centrado en el eje nacional. De este modo, los Comunes están dilapidando gran parte de su capital político y resulta altamente probable que muchos sus electores vuelvan al regazo del PSC.

 

Vacío de alternativas

Ciertamente, las izquierdas catalanas y del resto de España no pueden dejar en manos de los nacionalismos conservadores, a ambos lados del Ebro, el monopolio de la cuestión nacional. Deberían plantear su propia alternativa ideológica y política que, a nuestro juicio pasa por la República federal como marco de convivencia en igualdad y fraternidad de los pueblos que configuran esta piel de toro. Lamentablemente son escasas las voces que propugnan una alternativa de esta naturaleza articulada ideológicamente y como prioridad política.

El PSOE, en medio de grandes divisiones internas, no acaba de perfilar su propuesta federal y desde luego no apuesta por la República. Los socialistas españoles manifiestan en demasiadas ocasiones la tendencia a subsumirse en las tesis del nacionalismo español conservador, prueba eficiente de la debilidad de una alternativa propia. Podemos muestra una excesiva subordinación a las tesis de los nacionalismos de izquierdas periféricos y en su programa electoral apuntaban hacia un modelo confederal, difícilmente viable en las condiciones actuales pues podría ser utilizado como la antesala de la balcanización de España. En ambos casos se revela la ausencia de un proyecto propio para resolver la cuestión nacional.

El choque de trenes en el que ya estamos inmersos, quizá contenga algún elemento positivo, en la media que, pasada la fecha del referéndum, obligue a las izquierdas peninsulares a elaborar una alternativa propia y genuina a la cuestión nacional en España.

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