La incertidumbre de las bolsas ante la certeza de la próxima recesión

El mercado de valores de Estados Unidos se volvió volátil esta semana y ya ha perdido todo lo ganado hasta ahora en 2018 en tan sólo una semana. En eso han quedado las fantasmas de Trump de que los inversores ricos nunca han estado mejor. La caída en las bolsas de Estados Unidos han estado acompañadas por desplomes similares en los mercados de valores de Europa y Asia. El índice mundial bursátil ha sido el peor desde la crisis de la deuda en euros de 2012.

Ahora bien, esta caída podría ser sólo lo que los operadores del mercado llaman una ‘corrección’ y no un ‘mercado oso’ de verdad, cuando los precios de las acciones caen de forma sostenida y profunda. Pero podría ser que los inversores empiezan a temer que el apoyo a las ganancias y las ventas generado por los recortes de impuestos Trump no durarán mucho más, mientras que las tasas de interés (el coste de los préstamos para invertir o recomprar acciones para reforzar su cotización) están subiendo significativamente .

El ‘Índice de sorpresa económica mundial’ de Citibank – que mide la frecuencia con la que los datos son mejores o peores de lo esperado – ha sido negativo desde abril. Es el periodo más largo bajo cero en cuatro años.

La desaceleración del crecimiento es bastante evidente en Europa, donde los indices de actividad empresarial muestran una caída significativa del ritmo de la expansión. El FMI en su último informe ya señalaba una próxima desaceleración, pero solo reducía su pronóstico para el crecimiento global en un par de décimas. Y por sectores hay importantes caídas; el sector mundial de materiales (fabricación de insumos básicos para la producción) se ha reducido un 20%. El presidente del BCE, Mario Draghi, señaló en su conferencia de prensa ayer que hay un “impulso más débil” en Europa, pero que es sólo temporal, y en realidad sólo se refiere a las ventas de automóviles alemanes y al presupuesto de Italia. El próximo trimestre sería mejor.

Y no se trata sólo de que Europa esté desacelerando. La tasa de crecimiento de China se ha debilitado desde 2014, en la medida en que el gobierno chino trata de reducir la deuda de las autoridades locales y las empresas industriales. En T3 de 2018, la tasa de crecimiento del PIB real se redujo hasta el 6,5 por ciento, la más baja desde la crisis de 2009. La caída de la rentabilidad y la guerra comercial con los EE.UU. están empezando a tener algún efecto.

Y Corea del Sur también parece estar disminuyendo con un crecimiento del PIB real del 2% en el T3, que es la tasa de crecimiento más lenta en nueve años. La inversión cayó un 6,5%.

Sin embargo, a diferencia del resto del mundo, la economía de Estados Unidos todavía tiene una mejor situación. Las últimas encuestas de actividad empresarial muestran una expansión sostenida.

Y a nivel mundial, el precio del cobre -un buen indicador de la actividad mundial- se mantiene por encima del nivel de ‘recesión’ en que cayó en el intervalo de 2015-6.

Sin embargo, los inversores están empezando a temer que el crecimiento de las ganancias corporativas del que hemos sido testigos desde principios de este año ha llegado a su techo, dado el aumento de los costes salariales, el coste de los créditos y los precios de las materias primas. Por otra parte, el impacto de la reducción de impuestos de 2018 hará que los resultados de este año sean difíciles de superar en 2019. Los resultados del tercer trimestre de 3M y Caterpillar, dos referentes industriales estadounidenses que conocimos el pasado martes, acrecientan esta preocupación. 3M recortó sus pronósticos de ganancias. Mientras que las ganancias de Caterpillar superaron los pronósticos, sus advertencias sobre los crecientes costes de las materias  primas han preocupado a los inversores.

Los EE.UU. pueden haber llegado a un nuevo acuerdo comercial con México y Canadá para reemplazar a NAFTA, tan vilipendiado por el presidente Trump, pero Washington sigue en plena confrontación con China, imponiendo aranceles por 250 mil millones de dólares a los productos chinos y exigiendo cambios radicales en las políticas económicas chinas. Después de algunos momentos de tregua, el embrollo parece haber llegado a un punto muerto. Si no hay progreso en las próximas semanas, se espera que la administración Trump imponga otros 200 mil millones de dólares en aranceles – quizás penalizando a todas las importaciones chinas.

Y los inversores se mantienen en la duda sobre el impacto del aumento de las tasas de interés en los mercados de renta fija y variable. Se espera que la Reserva Federal aumente la tasa por cuarta vez este año en diciembre, y está reduciendo lenta pero constantemente su balance, desprendiéndose de los bonos adquiridos para actuar ante la crisis financiera. La ex presidenta de la FED, Janet Yellen, sonaba la alarma de que las alzas previstas podrían causar una nueva crisis financiera ya que muchas empresas dependen de los llamados »préstamos apalancados”, que están sujetos a cambios bruscos en las tasas de interés. Según Yellen, “si hay una desaceleración de la economía, creo que una gran cantidad de empresas irán a la quiebra debido a esta deuda. Eso probablemente empeorará convirtiéndose en una recesión”. De hecho, se estima que casi el 20% de las empresas estadounidenses tienen un coste del servicio de la deuda superior a sus ganancias.

Yellen también ha recordado lo que el actual Presidente de la Fed Powell ha señalado, que no es evidente que tasa de interés política de la Fed es apropiada para garantizar el pleno empleo y una inflación moderada; por el contrario, hay “verdadera incertidumbre”. En otras palabras, la Fed no tiene idea de que esta haciendo cuando aumenta las tasas de interés.

Otros bancos centrales también están tratando de ‘normalizar’ su política monetaria y cerrar el grifo de dinero. El Banco Central Europeo tiene previsto poner fin a su propia compra de bonos a final de año, e incluso el Banco de Japón está levantando el pie de su pedal monetario. El efecto neto de esto es lo que los inversores han denominado “ajuste cuantitativo”, un cambio radical en el entorno monetario mundial desde la crisis financiera que es una mala señal para los mercados en 2019.

A principios de octubre escribí que si la Fed se equivoca y los sectores productivos de la economía de Estados Unidos no vuelven a un ‘crecimiento normal’ (la tasa de crecimiento del PIB real promedio desde 1945 ha sido del 3,3%, así que aun estamos lejos), los crecientes costes del servicio de la deuda corporativa y de consumo podrían provocar una nueva recesión. Las primeras estimaciones de las cifras de crecimiento del PIB real de los EE.UU. en el tercer trimestre se publican mañana.

Lo que es más importante, las ganancias corporativas, después de dos trimestres espectaculares están empezando a caer de nuevo. Si se excluyen las ganancias del sector financiero, las ganancias corporativas siguen siendo inferiores a los niveles de 2014, incluso después del impulso fiscal vía recortes de Trump. Y en los sectores productivos de la economía, como la manufactura, están cayendo de forma considerable, si se miden por empleado.

El mercado de valores no siempre presagia lo que sucederá en la economía ‘real’, pero puede ser que esta vez tenga razón.

 

Publicado originalmente en el blog de Michael Roberts
Traducción de G. Buster en Sin Permiso.
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