Irán: 10 minutos antes del juicio final

  • «La política declarada de Estados Unidos debería ser poner fin a la Revolución Islámica de Irán en 1979 antes de su 40 aniversario.-
  • John Bolton (15 de enero de 2018)

John Bolton quiere “su“ guerra. El Asesor de Seguridad nacional de Trump anhela pasar a la historia aunque de ella solo queden cuatro hojas chamuscadas. De él dijo Trump en una entrevista para la NBC: «John Bolton es absolutamente un halcón. Si dependiera de él, se enfrentaría a todo el mundo a la vez». Trump, al que una guerra en el Golfo lo apartaría de la presidencia, y los generales del Pentágono, que no ven una victoria fácil, se lo piensan. John Bolton, Mike Pompeo, el príncipe heredero saudita Bin Salmán, el asesor de Seguridad Nacional de los Emiratos Árabes Unidos (EAU) Sheikh Tahnoon Bin Zayed, y el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu han formado un grupo que, en palabras del canciller iraní Mohammad Javad Zarif, estaría apoyando la guerra. Es el denominado grupo “B Team”. Según la inteligencia iraní este grupo estaría ultimando nuevas ataques de “falsa bandera”.

No es la primera vez: John Bolton lo intentó con Corea del Norte, Siria, Venezuela y ahora prueba con Irán. Acumula, de momento y afortunadamente, un fracaso tras otro. Cada fracaso se tapa provocando y ahondando otra crisis. El 14 de abril del 2018, los bombardeos realizados por EEUU, Francia y Reino Unido sobre Siria y que resultaron un fracaso militar (recordemos que las defensas ruso/siria destruyeron o anularon el 85% de los misiles lanzados) se resolvió incrementando la tensión con Corea del Norte. La posición sólida de Rusia y China y la capacidad de represalia de Pionyang provocaron un cambio brusco y Trump dirigió sus ojos hacia Venezuela, creyendo que el terreno estaba a punto. Nuevo error. El intento de golpe de Estado contra Maduro fracasó y acabó reforzando al presidente venezolano. Este fracaso se ocultó bajo el manto del conflicto comercial con China; la derrota también en este campo ha focalizado la atención contra Irán.

 

Los dos escenarios

El juego ahora es exacerbar las tensiones en el Golfo Pérsico. Un juego en extremo peligroso puesto que lo dirige un auténtico psicópata como John Bolton. Un mes después de su toma de posesión comenzó a plantear abiertamente que el objetivo era destruir Irán.

Hay dos versiones de lo que sucede en el escenario iraní. La primera señala que Trump quiere la guerra pero practica la estrategia del policía bueno. El presidente norteamericano haría de “bueno” para sus electores, hasta que se produjera un «incidente grave» que precipitaría los acontecimientos.

La segunda, que Trump es un lerdo y los “halcones” lo usan como una herramienta para implementar su política. Tal vez Trump no quiera conscientemente la guerra, pero los halcones que lo rodean lo están empujando a un rincón del ring. Pretenden limitar las opciones del presidente a dos: retirarse, que implicaría un cierto desgaste político, o doblar la apuesta si Irán no capitula primero, con el consiguiente riesgo de guerra. Bolton, aunque no tiene autoridad legal para hacerlo, asiste a las reuniones de jefes de Estado Mayor e intenta forzar la posición del estamento militar. El personaje ha conseguido que toda la información que recibe Trump pase antes por sus manos. Fue la fórmula utilizada por Dick Cheney para empujar a un presidente tan inepto como Bush hacia la guerra en Irak. El Washington Post insiste en que el asesor de Trump ha conseguido reducir significativamente el número de ocasiones en que funcionarios de alto rango se reúnen en la Casa Blanca para discutir esta política.

Irán ha cometido tres grandísimos pecados. Primero, ha desafiado al Imperio durante cuatro décadas. Segundo, está intercambiando su petróleo sin utilizar el dólar como moneda de referencia. Tercero, EEUU, atacando a Irán, pretende destruir la integración euroasiática encabezada por China (Irán será miembro del grupo de Shangai en dos meses).

Los dos personajes (Bolton y Trump) necesitan hacer caer al gobierno iraní para reforzar su posición en Oriente Medio y amenazar las vías de aprovisionamiento de crudo y gas hacia China, Japón o India. El medio son las sanciones económicas; aunque estas, a pesar del daño que infligen, no han doblegando la voluntad de los iranís. Trump creyó que la retirada del Acuerdo Nuclear de No Proliferación forzaría la negociación y pondría de rodillas a la dirigencia iraní. Se equivoca. Una historia de sanciones.

 

Una historia de sanciones

La presión sobre Irán es constante y viene de antiguo. En la época Reagan se intentó la destrucción de la Revolución Islámica empujando y armando a Irak contra Irán. Otro presidente estadounidense, George W Bush, ‎hizo todo lo que pudo por ir a la guerra contra Irán, que en aquel momento no contaba con el apoyo de Rusia o China. La Comisión Baker-Hamilton (2006) lo impidió. La guerra en Irak había producido una enorme sangría financiera y la clase dirigente norteamericana aún no había “recuperado” lo invertido y no quería meterse en otra «guerra sin fin». En 2007-2008 fue el almirante William Fallon quien se opuso: estaban en marcha conversaciones con Teherán y el Pentágono veía un escenario donde no se podía ganar. Dick Cheney, posteriormente, instruyó a Israel para lanzar ataques desde aeropuertos georgianos sin tener que reabastecer sus aviones ‎en vuelo. La guerra en Osetia del Sur obligó a Rusia a destruir la fuerza aérea de ese país en tierra, así como los bombarderos israelíes estacionados en los aeropuertos georgianos. Israel no respondió porque, oficialmente, no estaban allí. ‎

Barack Obama prosiguió la estrategia. ‎Estaba convencido de que había que actuar con rapidez para apoderarse del petróleo iraní. En vez de iniciar ‎una nueva guerra –no deseada por la opinión pública estadounidense– el presidente Obama orquestó una serie de manifestaciones contra el gobierno iraní para tratar de derrocar al presidente ‎Ahmadineyad (Revolución Verde del 2009). Luego del fracaso, Obama emprendió (en marzo de 2013) conversaciones con Irán‎. Se negoció el tratado aunque su firma se retrasó hasta el ‎ 2015. En ese tratado, Irán obtenía el derecho a ‎volver a exportar su petróleo para reactivar su economía, así se devolverían activos financieros congelados con anterioridad por valor de 100.000 millones de dólares. ‎EEUU, a pesar de la firma del tratado, financió manifestaciones contra la clase político-religiosa iraní entre 2017‎ y 2018. Finalmente Trump rompió el acuerdo 5+1 (JCPOA) firmado con Irán el ‎8 de mayo del 2018. La retirada del acuerdo, a pesar de que Irán había cumplido escrupulosamente su parte, fue acompañada de una batería de sanciones que son una auténtica declaración de guerra.

 

La tensión sube

Desde el advenimiento de Trump y en especial desde el 2019 las acciones de Washington han ido incrementando la tensión de forma continuada. En abril declaró organización terrorista a las fuerzas armadas iraníes (La Guardia Revolucionaria Islámica). Dos semanas después aumentó las sanciones eliminando las excepciones a la compra de petróleo iraní por parte de varios países. Quince días más tarde, Bolton anunciaba el despliegue de un grupo de ataque en la zona, para enviar un mensaje “inequívoco” de determinación y fuerza (a pesar de la retórica belicista el grupo aeronaval se mantuvo muy lejos del Golfo de Omán). A la semana siguiente cuatro petroleros fueron atacados en la zona (EEUU señaló a Irán como responsable, sin pruebas). El 7 de mayo Mike Pompeo en su visita a Bagdad envió un mensaje particular a Teherán: si uno de sus soldados o contratistas (mercenarios de empresas privadas) moría, se responsabilizaría a Teheran y sería dada la orden de ataque. El 8 de mayo aumentaron aún más las sanciones, en el aniversario de la retirada del JCPOA por parte de EEUU. A finales de mayo son desplegados 1.500 hombres más en la zona. Trump, que había prometido retirar las tropas de Siria, en realidad aumenta el contingente. John Bolton impuso su voluntad al presidente. Pero el dúo Bolton/Trump se equivoca de nuevo. Si conociera la historia, se daría cuenta de la capacidad de resistencia del pueblo iraní, que ahora hace piña con los Guardianes de la Revolución y sus propios líderes. Lo que está en juego es enorme, Irán controla el estrecho de Ormuz y si alguien doblega al país persa la recompensa será el control sobre los corredores de energía a nivel mundial. Mike Pompeo lo ha enunciado con claridad: «Estados Unidos defenderá la libertad de navegación». En otras palabras, anuncia que Estados Unidos quiere controlar militarmente esta zona clave. Es el mismo objetivo que se perseguía con la crisis en Venezuela.

 

El golfo de Omán versus golfo de Tonkin

Estados Unidos empuja a la escalada en Oriente Medio. Se acusa a Irán de atacar a los petroleros el 14 de junio. John Bolton ha pretendido que el incidente del “Golfo de Omán” sea el nuevo “Golfo de Tonkin”, como aquel infausto 4 de agosto de 1964 que sirvió de excusa para la invasión de Vietnam. Las pruebas aportadas por EEUU sobre el ataque a dos petroleros son infantiles e increíbles.

Utilizando la zanahoria, Trump y Nike Pompeo manifiestan que no quieren un cambio de régimen sino llevar a Irán a la mesa de negociación. En realidad siguen con el palo. El 26 de mayo un dron espía MQ9 había violado el espacio aéreo iraní. El día 19 de junio otro avión espía de reconocimiento de última generación RQ-4 Global Hawk es abatido por misiles antiaéreos de fabricación iraní. Es un golpe importante para los militares norteamericanos que presumían de aviones “invisibles” e imposibles de derribar para potencias de segundo orden como Irán. Teherán reconoce que pudieron abatir otro avión P-9 Poseidón (un blanco mucho más fácil) con 30 militares norteamericanos a bordo pero se abstuvieron.

La administración Trump está dividida sobre la guerra contra Irán. El Pentágono está particularmente preocupado por la escalada. La información de los diversos asesores de la Casa Blanca confirma que John Bolton ha tomado las riendas de la política anti-iraní, reteniendo el poder absoluto sobre la información que se envía al Presidente. La ausencia de un secretario de alto nivel ha aumentado los temores de que los halcones de la Casa Blanca y del Departamento de Estado estén empujando al ejército más allá de la línea roja.

 

Futuros escenarios

Aunque la tensión se incremente, la posibilidad de una guerra convencional contra Irán es aún lejana. El líder de Hezbola Seyed Hasan Nasralá lo señaló en su discurso del 31 de mayo pasado: EEUU utiliza cada vez más una retórica belicista aunque se guarda muy mucho de realizar alguna acción real que provoque el conflicto. Tel Aviv, el otro gran promotor de la guerra, anda con pies de plomo; hace semanas que sus drones no sobrevuelan ni el Líbano, ni Siria. Saben que un incidente menor puede provocar la guerra. Aún no están preparados. El encuentro en Tel Aviv entre Rusia y EEUU con mediación de Israel, será un elemento importante, al igual que puede haberlo sido la reunión del G-20 este mes de junio.

De momento la política norteamericana seguirá en la misma línea actual. Los sucesivos gobiernos en Washington se han caracterizado por saltarse el derecho internacional. El abandono del plan de acción conjunto es solo el último ejemplo. No importa que Teherán o cualquier país haya cumplido con todos sus compromisos, según los propios inspectores de la ONU. Irán necesita vender 2.000.000 de barriles diarios para dar de comer a su gente. La imposibilidad de obtener esos recursos a través de las sanciones es condición “sine qua non” para la guerra.

El bloqueo comercial de Irán decretado por Washington está condenado al fracaso. China sigue comprando petróleo y gas licuado a Irán a pesar de las sanciones. Pekín compraba una quinta parte del gas licuado a EEUU; la subida de aranceles impuesta por Trump del 25% ha hecho que Pekín busque otros proveedores más fiables. La República Popular continuará comprando 650.000 barriles por día. Muchas empresas chinas están intercambiando tecnologías y servicios industriales por petróleo iraní. Pakistán, Irak y Turquía, todos vecinos de Irán, continuarán adquiriendo crudo a través de todos los medios de pago (incluido el oro) utilizando todo tipo de transportes disponibles, tanto oficial como no oficial.

 

Los caniches europeos

Los valedores del acuerdo EEUU/Irán están demostrando su cobardía, ineptitud e irresponsabilidad. Alemania, Francia y Gran Bretaña, que presumen de democracia y poderío internacional, han optado por plegarse a las presiones de Washington. Han partido de una premisa falsa, creen que Teherán no puede permitirse abandonar el JCPOA, incluso sin recibir ninguna de las compensaciones prometidas. Nada se puede esperar de una débil (solo es fuerte con los débiles) Angela Merkel asustada por la ira comercial de Trump que amenaza directamente a la industria del automóvil europeo. De una Gran Bretaña ensimismada en su Brexit y un Emmanuel Macron, que amenaza con imponer sus propias sanciones si Teherán si no acepta limitar su programa de misiles balísticos. Los 3 de la UE respetan obedientemente las sanciones de petróleo y gas de los Estados Unidos, aunque sus industrias han perdido ya decenas de miles de millones en inversiones en Irán.

Irán dio 60 días a la contraparte europea para que ayudara a reconducir las negociaciones. La UE no ha hecho nada. Irán irá más lejos e intentará incrementar la producción de material fisionable por encima del nivel actual pero sin alcanzar la pureza del 93% que permite la construcción de armas nucleares. Será una nueva excusa para Trump.

Los iraníes se han estado preparando para una guerra con los Estados Unidos desde la invasión de Irak en 2003. Después de lo que vieron en Libia, Siria, Yemen, Venezuela, saben que los estadounidenses y europeos son brutales pero cobardes. Toda la costa del Golfo Pérsico en el lado iraní y el Golfo de Omán está lleno de túneles y misiles subterráneos de alta tecnología. El Golfo Pérsico está surcado por barcos equipados con misiles mar-mar. Si hay una guerra todas las instalaciones de petróleo y gas en el área serán destruidas. Si ese escenario se produjera, el Estrecho de Ormuz sería una atracción de feria comparado con la catástrofe que se produciría a nivel mundial. Teherán ha desarrollado su propia doctrina DMA (Destrucción Mutua Asegurada) cuyo primer objetivo es Arabia Saudita y las bases norteamericanas en la zona.

Irán tiene la capacidad y la decisión de cerrar el estrecho de Ormuz si no puede exportar petróleo. Según las previsiones de Goldman Sachs el cierre del estrecho implicaría la escalada de los costos del crudo en una horquilla que oscilaría de 300 a 1.000 dólares/barril a pocas semanas de su cierre. La consecuencia sería el colapso de la economía mundial, puesto que el 45% del PIB mundial está relacionado directamente con el petróleo. Esa es una palanca enorme de negociación de Irán para que los locos no se impongan. Si lo hacen, entonces será la guerra.

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