
Hay que saber de economía para que no nos engañen los economistas
Joan Robinson
1. LOS ARANCELES
Un arancel es un impuesto y de lo que se está debatiendo desde hace meses es del “arancel de aduanas”, los derechos a pagar por la importación de mercancías de procedencia extranjera, es decir un impuesto a las importaciones. Lo que se compra al extranjero se grava con un impuesto que hay que pagar para que el producto pueda pasar por la aduana y que lo recibe el Estado. Todos pagamos impuestos cada vez que compramos algo, normalmente el IVA, que en el tipo general es del 21%.
Los aranceles se inventaron para proteger las economías locales, a la vez que suponen un ingreso para el recaudador. En la obra clásica Diccionario de Economía (Alianza Editorial) se define que el arancel de aduanas “Protege la producción nacional, y de su aplicación se derivan ingresos para el presupuesto”, obra dirigida por un progresista Ramón Tamames publicada allá por 1988, cuando el autor era reconocido como uno de los mejores economistas. En su breve definición se señalan las dos consecuencias principales que provocan los aranceles: proteger la producción nacional frente la competencia extranjera y producir ingresos para el Estado, como cualquier impuesto público.
Un poco de historia. En la Edad Media europea se fueron implantando aranceles en las múltiples aduanas de las fronteras existentes, primero para proteger a los artesanos de cada lugar (comarca o territorio feudal), después a la industria de cada región o país. Todos los Estados impusieron aranceles al alza, hasta que llegamos a mediados del siglo XX. Por un lado se crea la Comunidad Económica Europea para eliminarlos paulatinamente entre sus países miembros, creando un área de libre comercio que aspiraba a ser mucho más que una unión económica. Así comienza la construcción de la Unión Europea, como una zona libre de aranceles que fuera creando también una armonización política y social. Las diferencias salariales y de derechos laborales y sociales se fueron reduciendo entre los países miembros de la Unión. Fue positivo para el desarrollo socioeconómico del conjunto, no exento de desajustes. El objetivo de la armonización y de reducir los desajustes obligó a la creación de múltiples normas reguladoras para compensar las diferencias entre países. Por ejemplo, la Política Agraria Común (PAC), creada nada menos que en 1962, regula todo lo que se puede o no producir en cada país, es una planificación económica estricta, hasta unos niveles más propios de una economía planificada que del libre mercado capitalista.
Las uniones de libre comercio producen, entre otros efectos, una acelerada especialización económica. Por ejemplo, España entró en la UE bajo unas condiciones estrictas sobre lo que su agro-ganadería podía producir, para que sobre todo la de Francia no se hundiera. Francia impuso esas condiciones para aprobar la entrada de España. Aun así es evidente que, visto en perspectiva histórica, esa mini globalización europea ha sido beneficiosa para el conjunto de sus países miembros, para el desarrollo del Estado social y para las clases trabajadoras de la Unión.
Pero ¿qué pasa si creamos zonas de libre comercio, sin aranceles, por ejemplo con Marruecos y más aún con el resto de África, Asia etc? La economía agraria e industrial de España y buena parte de la UE desaparecería ¿Puede competir una empresa agrícola o industrial española con una marroquí que paga a sus empleados una quinta o sexta parte por su trabajo? Imposible. Incluso si miramos el salario medio en 2024: en España es de 1.323 euros, en Marruecos 288. Por no hablar del volumen de la economía sumergida en ambos países, más del triple en Marruecos según algunos estudios, ni de los controles sobre el uso de plaguicidas, herbicidas, etc. Por mucho que nuestro ministro de Agricultura se empeñe en convencernos de que todo lo que entra en España pasa los debidos controles fitosanitarios ¿cuantas inspecciones y controles hay en las fronteras, cuántos inspectores hay in situ?
2. LA GLOBALIZACIÓN
¿Qué ha pasado en el mundo desde los pasados años setenta? Estados Unidos lanzó la eliminación de aranceles como parte de las estrategias dominantes del neoliberalismo. La globalización sería positiva para todos, nos dijeron. El tándem ultraliberal Reagan-Thatcher propuso la eliminación de aduanas económicas y la reducción de los Estados al mínimo posible. Los controles fronterizos solo para evitar la emigración masiva. Todo el poder para las empresas. Las más grandes se comerán a las pequeñas, las economías fuertes a las débiles. Las multinacionales pasaron a ser transnacionales, con poder e implantación mundial. En el corto plazo los Estados fuertes, norteamericano, británico, occidentales, aumentaron su poder.
Hay que hacer un inciso para explicar la globalización. Como proceso de intercomunicación mundial, es un fenómeno histórico natural: mestizaje, fusión y contaminación entre culturas, economías, tecnología… Es un proceso que se ha dado lenta y paulatinamente desde siempre en la historia de las civilizaciones. El incremento constante del comercio y la comunicación entre países y continentes conllevó beneficios culturales y para el avance de la ciencia, y perjuicios para las sociedades más simples y minoritarias, muchas han desaparecido.
Pero la globalización moderna aceleró enormemente estos procesos. Hasta el punto de que podemos decir que la globalización neoliberal imperante desde los años setenta/ochenta es un proceso nuevo, diferente a lo que había existido, que quiere imponer sus reglas de mercado como únicas y que se está dando en al menos cinco ámbitos diferentes: 1. En la Cultura. Es la neoglobalización más antigua, como proceso de exportación del modelo de vida norteamericano a través de su potente industria cultural: películas, música, bebidas, comida rápida… el american way of life como forma de vida y conjunto de valores y creencias que Hollywood vendió como lo mejor del mundo y a imitar por todos. 2. Económica. Desregulación y deslocalización del capital financiero especulativo y, en menor medida, de la industria que seguía teniendo aranceles pero cada vez menores. Libertad para el movimiento de capitales pero no de los recursos humanos, no de las personas. 3. Tecnológica y científica. Especialmente de las tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) que en el siglo actual conforman un mismo cuerpo con la anterior. 4. Del crimen organizado. Tráfico de drogas ilegales, de armamento (legal e ilegal), tráfico ilegal de mercancías -el de obras de arte y de falsificaciones es el que más dinero mueve después de los anteriores- y tráfico ilegal de personas. 5. Y la globalización política y social, de los derechos humanos, de la democracia, del poder de la ciudadanía, que es la que menos se da o que menos se respeta. Regulada por organismos y acuerdos internacionales con escasísimo poder (ONU, OMS. Corte Penal Internacional, protocolo de Kioto…).
En los años 70 las teorías de Milton Friedman y de la Escuela de Chicago se extendieron y los nuevos lobbies norteamericanos e internacionales transmitieron incluso el mensaje de que en las sociedades occidentales había un “exceso de democracia” que había propiciado levantamientos como los de movimientos sociales de mayo de 1968 y la extensión de las ideas “social-comunistas”. La batalla de las ideas había comenzado con las propuestas de los think-tanks que fueron en el sentido de “1) obligar a los norteamericanos y al mundo entero a regresar a los parámetros del capitalismo salvaje; 2) imponer un retorno a los ‘genuinos valores americanos’ de corte puritano… Se estaba tramando la revolución de los muy ricos, como la bautizó Galbraith… A la altura de 1980 los neoliberales se hicieron con las riendas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial, dejando fuera de combate a varias generaciones de socialdemócratas” (Garcia–Rosales y Penella 2011:21-27 1).
Estas propuestas neoliberales triunfan en los años 80 y se imponen como hegemónicas a nivel mundial, partidarias de la globalización, la desregulación de los mercados y la flexibilidad laboral: menos normas, menos rigideces comerciales y menos regulaciones a todos los niveles, que incluye libertad de despido, menos derechos laborales y sociales y privatizaciones. En palabras de Zygmunt Bauman es la modernidad líquida, menos Estado y más mercado. Los derechos legales, antes sólidos como rocas, se licuan y se nos escapan entre los dedos de la mano cuando tratamos de atraparlos. Podríamos añadir que ahora, en muchos países, se han hecho gaseosos y se esfuman en el aire.
En la España de Felipe González de los años 80 se cerraron los astilleros, los Altos Hornos, las siderurgias… España que se dedique al turismo y poco más. Pasar de la producción manufacturera a una economía de servicios le llamaron “reconversión industrial”, pero la industria no se estaba reconvirtiendo simplemente se cerraba, se pasaba a la nada. En Europa solo Alemania fabricará algo, lo demás lo compraremos fuera, donde haya mano de obra barata.
Alberto Garzón: “se impuso la lógica del mercado como principio rector, cuya máxima expresión fue la famosa frase de Carlos Solchaga, ministro de industria de aquellos años, según la cual «la mejor política industrial es la que no existe». Como consecuencia de aquella ceguera, España protagonizó uno de los procesos de privatización más intensos de Europa … pero esto resultó ser prácticamente una excepción en Europa. Por ejemplo, Austria, Finlandia, Alemania, Italia y Suecia son países que tienen más de 10 empresas públicas energéticas… Salta a la vista que privatizar empresas públicas no fue una obligación, sino una elección política” (Necesitamos una empresa energética pública).
Los procesos de globalización/privatización, como dos caras de la misma moneda, fue contestado por los movimientos sociales de todos los países del capitalismo avanzado. Desde los agricultores franceses hasta los obreros industriales de medio mundo protestaban por un proceso que disminuía sus beneficios y hacia peligrar la existencia de múltiples puestos de trabajo. Se les bautizó como movimientos antiglobalización y en 1999, en la cumbre de Seatle de la OMC y los organismos financieros internacionales, paralizaron la ciudad y obligaron a suspender las reuniones. Las protestas continuaron por años a favor de Otro Mundo es Posible.
Monereo lo describe más claramente: “En todas partes la globalización transformó las relaciones de poder entre las naciones y las clases, impuso una nueva división del trabajo y formas flexibles de gestión de la fuerza laboral, propició la descentralización productiva y debilitó enormemente el poder contractual de los sindicatos, allí donde tenían peso e influencia; es decir, en las economías centrales. Dicho de otra forma, la globalización generó coaliciones de ganadores y perdedores tanto social como territorialmente; las desigualdades sociales se incrementaron y las viejas identidades de las clases subalternas se fueron disolviendo en un espacio público cada vez más colonizado por un individualismo que se hizo de masas, por el descrédito del socialismo (en cualquiera de sus acepciones) y rechazo de la política como instrumento de transformación social … Todo esto terminó con la crisis financiera internacional de 2008 … Biden no es la democracia; Trump no es el fascismo. Donald Trump es efecto y no causa de esta crisis. Quien no parta de aquí, difícilmente entenderá el conflicto que asola al Occidente colectivo” (La Guerra civil del occidente colectivo | Manolo Monereo).
Estar en contra de la globalización neoliberal era apostar por las economías de proximidad, solo posibles con el mantenimiento de aranceles y aduanas económicas, y manifestarse en contra de las zonas de libre comercio, como la creada entre México, EEUU y Canadá.
El proceso de globalización neoliberal se aceleró a principios de siglo cuando se apuntó China, apostó por el libre comercio y entró en la Organización Mundial del Comercio (OMC). Se pasó a una nueva fase. En pocos años China, la India y el sudeste asiático se convirtieron en la fábrica del mundo. Los gurús neoliberales occidentales no podían imaginar que un enorme país, con un Estado fuerte, gobernado autoritariamente por un partido comunista, se convirtiera en pocos años en el mayor abanderado de la globalización neoliberal capitalista en lo internacional. No les cabía en la cabeza.
Las economías nacionales se resintieron, las empresas, pequeñas y grandes, no podían competir con los gigantes de Asia en un mercado desregularizado. El desarrollo tecnológico mundial empezaba a cambiar de sitio. El asentamiento occidental, como productor-controlador propietario del desarrollo del conocimiento científico y de la industria más sofisticada, dejaba de estar en EEUU (Silicon Valley) y Europa para competir en situación de desigualdad con los gigantes orientales. China no se limitaba a fabricar barato, competía en todos los sectores.
En 1998 se crea en Francia la conocida entidad ATTAC, siglas de “Asociación por la Tributación de las Transacciones Financieras y la Acción Ciudadana”, en el año 2000 en España, para precisamente promover que se cargara con un impuesto a las transacciones financieras internacionales, con un objetivo doble: reducir la hiperespeculación en estas transacciones y obtener unos ingresos para los Estados para reducir la desigualdad. A partir de la propuesta conocida como Tasa Tobin se calculaba que grabando con un impuesto del 0,1% a estos intercambios financieros se podría acabar con el hambre en el mundo (la presión promovida por movimientos y asociaciones como ATTAC consiguieron que se aplicara en algunos países según casos, a empresas españolas solo a las que tienen una capitalización bursátil superior a mil millones de euros, con un tipo impositivo del 0,2%).
Aun en 2014 y 2015 se seguían promoviendo nuevas áreas sin aranceles y de libre comercio, que provocaron campañas internacionales en contra, como la realizada en contestación al nuevo Tratado Transatlántico de Libre Comercio e Inversión (TTIP), con movilizaciones y mesas en la calle, promovidas en España por las asambleas del 15M o sus sucesores ¿ya se nos ha olvidado todo esto?
El TTIP era una huida hacia adelante, en la misma dirección neoliberal que había demostrado ya sus fracasos, especialmente desde la Gran Crisis de 2007/8. Desde hace lustros en USA se es consciente de que no podían seguir sacando réditos a la globalización y trata de recomponerse y revertir la situación.
Ahora llegamos a la nueva era Trump, con un aparente mundo al revés. Hace unas semanas la televisión estatal china emitía en sus informativos los videos de Reagan a favor de la globalización y en contra de los aranceles, mientras las cadenas norteamericanas repetían machaconamente los mensajes de su Gobierno en el sentido contrario.
3. LA COMPLEJIDAD DE LA GLOBALIZACIÓN Y SUS DESASTRES ECOLÓGICOS
Hay que considerar que la globalización y la hiperespecialización territorial produce efectos contradictorios:
– Ecológicos catastróficos en múltiples ámbitos. El transporte: decenas de miles de aviones y barcos transportando diariamente mercancías de un continente a otro. Hasta el punto, lo vimos con la pandemia, de que en Europa no se fabricaban apenas mascarillas, venían de China, y todo lo demás también. Desde los palitos para el chupa-chups hasta las gominolas, pasando por todo lo que lleve plástico ¿Las nueces? de California. En los súper tenemos lentejas de EEUU ¿La fruta? buena parte de América. Alberto Garzón ha recordado que “todo el comercio internacional se desenvuelve sobre la base de energía abundante y barata, especialmente gracias a los combustibles fósiles”, pero los análisis críticos en este sentido son escasísimos.
Cuerpo, ministro de Economía, indicaba en entrevista reciente que el comercio entre América y Europa factura 4.400 millones de euros ¡cada día! Y que este comercio es fundamental para la economía mundial. Desde luego ¿Y para la salud medioambiental? Copiando a Friedman y la fabricación de un simple lápiz, Cuerpo nos explicaba en el Parlamento donde se ha fabricado cada parte de sus gafas: el cristal en un país, las varillas en otro, los tornillos en otro, el plástico en otro. Fantástico ¡viva la globalización y el libre mercado! Le faltó gritar.
Para fabricar un automóvil europeo o norteamericano intervienen empresas de cinco o seis países en los que, en diferentes fábricas, cada una produce algo que envía a miles de kilómetros de distancia para seguir con la producción, y el montaje se realizará en otro país… Más consecuencias para el medio ambiente.
– Cierre de las empresas nacionales que no están en el reparto mundial, que no les toca producir eso que fabricaban porque otros lo harán por menos precio, ya que los trabajadores de esos países cobran la décima parte o menos que sus colegas europeos, en su equivalente en euros. Influido también por el valor de cambio de sus monedas nacionales.
– Por contra, también es evidente que cuando se crea una zona de libre comercio entre varios países, favorece la creación de empresas productivas, de capital extranjero generalmente, en los países más débiles económicamente. Esto favorece la economía de estos países menos desarrollados, al menos en el corto plazo. La zona de libre comercio entre México y EEUU favoreció la creación de miles de empresas manufactureras, del textil y otros sectores, en México. Favoreciendo el desarrollo económico de este país y el cierre de empresas en el norte. En la balanza hay que tener en cuenta este factor.
Pero mientras existan enormes diferencias en los niveles de renta, en el valor de cada moneda y en los derechos sociolaborales entre unos países y otros, el libre mercado desregularizado provoca el cierre de empresas y provocará la disminución de derechos en el país más desarrollado.
Primera conclusión: los aranceles son necesarios mientras no exista una armonización mundial de los ingresos económicos, de los derechos sociales y laborales y una armonización del valor de cambio de las monedas nacionales. Estos procesos de igualación social y equiparación mundial son positivos y pueden ocurrir a nivel planetario, pero no parece que se vayan a dar antes de tres o cuatro décadas, o en un siglo o nunca, que es básicamente lo mismo. Mientras estos procesos de armonización económica y de derechos a nivel mundial no lleguen, los aranceles son necesarios, imprescindibles, si no queremos hundir las economías nacionales y locales y con ellas nuestros derechos.
En un artículo reciente Andrés Villena relataba como el economista Michael Pettis en su estudio ‘Las guerras comerciales son guerras de clase’ (ed. Capitán Swing), “ofrece un enfoque y una solución bien distintos de la propuesta en los debates mayoritarios: China debe repartir el excedente empresarial de su economía aumentando el valor de sus pensiones públicas, de los servicios de bienestar, que aún no son universales, de los salarios y de unas inversiones que se hacen imprescindibles en un periodo de incertidumbre radical y transformación industrial forzada por el clima y por otras amenazas” (Guerras comerciales que encubren guerras de clase).
– Las amenazas de Trump con una guerra comercial mundial han provocado que se prevea una posible recesión económica y el descenso en el comercio mundial -beneficioso para el medio ambiente-, lo que a su vez ha provocado una inmediata rebaja en el precio del petróleo. Si va a haber menos comercio habrá menos demanda de petróleo, lo cual es bueno para el medioambiente y malo para las empresas petroleras. A menos demanda la respuesta es bajar los precios para amortiguar lo anterior: se anima a su consumo al ser más barato -vender más para mantener los ingresos de las petroleras. Con lo cual volvemos al mismo punto: los posibles beneficios al medioambiente con la disminución del comercio mundial se anulan o amortiguan con un petróleo barato.
4.TRUMP ¿IDIOTA, PAYASO, FANFARRÓN O ASTUTO INTELIGENTE? ¿O TODO A LA VEZ?
Según lo visto en los últimos meses, la mayoría de las izquierdas están ancladas en un análisis simplista, liberal y cortoplacista de la guerra comercial arancelaria. Es difícil encontrar análisis que vayan más allá de decir que los aranceles son malos y Trump malo malísimo.
Las guerras, también las comerciales, son malas en sí mismas. Vale, de acuerdo. Pero profundicemos un poco. La solución no es en absoluto una zona de libre comercio mundial y/o todos contra USA, como propone asiduamente el exministro socialista Miguel Sebastián. En este tema, el consenso entre las derechas y las socialdemocracias nacionales e internacionales es abrumador.
Decir que Trump tiene razón en algo puede parecer una provocación. Acostumbrarse a historias de buenos y malos es lo más fácil para no profundizar en el análisis. Trump no es ni supervillano ni idiota. Decir que es fascista, neofascista o posfascista, no va a alejar a sus seguidores y votantes, al igual que decirlo de Vox no le ha quitado votos.
Es cierto que el mundo no estaba preparado, y los más adultos menos lo estamos, para asumir que el Presidente de la potencia militar y económica más grande y armada de la historia es un machista fanfarrón mal hablado, matón de colegio, que insulta a cualquiera, sea dirigente político o institucional de todo país, sea amigo o enemigo (me besan el culo, la UE nos estafa…).
Inevitablemente Donald Trump tiene razón en algunas cosas, como cuando dice que América, es decir USA, ha venido perdiendo poder económico, militar, político y cultural en las últimas décadas, sobre todo en este siglo. Ahora intenta que EEUU recupere poder mundial con políticas agresivas en todos los frentes, con políticas rupturistas y sin precedentes en la historia, principalmente en tres ámbitos: guerra comercial (aranceles y restricciones, un giro copernicano al comercio mundial y por tanto a la economía), agresión al medio ambiente (facilitando la extracción de combustibles fósiles) y rearme a todos los niveles, aumentando la inestabilidad mundial y en Oriente próximo (Israel no ha dejado de ser punta de lanza de la penetración del Imperio en Asia) y reducción de los DDHH también en el interior (racismo, expulsión de migrantes…). A pesar del previsible aumento puntual de los ingresos por los aranceles, la economía estadounidense se sigue basando en un hiperendeudamiento público y privado muy por encima de sus posibilidades, insostenible en el largo plazo.
Abundando en ejemplos, Trump ha asestado un golpe de muerte a la Organización Mundial del Comercio (OMC). J.F. Collin (Viento Sur): “Recordamos que la OMC nació de la voluntad estadounidense de imponer la globalización económica al resto del mundo. Después de lograrlo, los gobiernos estadounidenses demuestran ahora que no tienen absolutamente nada que ver con esta organización y los tratados que han impuesto a todos sus socios, que pisotean sin restricciones … el capitalismo no es un inocente juego de libre empresa y libre comercio, sino un sistema depredador de la humanidad y el planeta guiado por codiciosos. Necesita ser regulado. Siempre lo ha estado y siempre lo estará. Al menos mientras existan los Estados”.
Luis Ángel Hierro (en Público.es) profundizaba en esta línea: “Trump está siguiendo la lógica de organizar la economía norteamericana para una hipotética guerra global contra China … La política autárquica es una política de producción no de precios; el objetivo es tener capacidad de producir, no conseguir los bienes más baratos. En la lógica de la economía para la guerra son perfectamente coherentes los aranceles de Trump, ya que los aranceles lo que pretenden es reducir las compras del exterior, la dependencia externa, y ampliar la producción nacional”.
5.LOS ARANCELES SON POSITIVOS, EN SU JUSTA MEDIDA
Lo difícil es eso, encontrar la medida justa. Dependerá de cada caso, pero aranceles a la importación por debajo del 15 o 20% perjudican gravemente a todas las economías, también a las de la UE, a sus empresas y a sus trabajadores. Serían admisibles solo sobre algunas materias primas y productos imprescindibles para la propia producción nacional o regional. Por encima del 40% ralentizan y paralizarían buena parte del comercio internacional.
Los aranceles entre USA y la UE han estado entre el 3 y el 5% durante décadas. Es una barbaridad que está cambiando y va a cambiar sustancialmente. Aunque algunos magnates, como Elon Musk y los accionistas de Amazón o Apple, trabajen para que los aranceles sean lo más cercano a cero. El primer ministro británico Keir Starmer ha sido el primero en pactar pero con un arancel universal del 10% a las exportaciones hacia EEUU y abriendo el mercado de Reino Unido a la carne de vacuno. Al menos eso fue lo pactado en abril, cada mes las posiciones han podido cambiar varias veces.
Es una de las tácticas de Trump: cambios y giros del guion, crear incertidumbre constante. Lo cual es malo para los mercados y la bolsa, los inversores quieren seguridad. Las tácticas de Trump son propias de una economía de guerra, provocar miedo entre la población -así protestará menos- o asustar con una guerra comercial constante, sabiéndose el más fuerte en el enfrentamiento. Si la guerra comercial no le sale bien pasará a la otra. A corto plazo es evidente que provoca malestar e inflación en el mercado interior norteamericano. Y si la economía va a peor la única forma de mantener apoyos es la guerra, los llamamientos a unirse frente al enemigo exterior. No parece que esta vaya a ser la vía, al menos por ahora. Pero de momento provoca miedo en todos los ámbitos, ese es uno de sus objetivos.
Buscando análisis críticos sobre el tema, alejados del discurso hegemónico del libre comercio, he encontrado algún artículo y posicionamiento pero cuesta trabajo encontrarlos. Algunos ya los he citado. El panorama simplista, descriptivo y superficial contra los aranceles, es mayoritario, aplastante. Posturas críticas al libre comercio son minoritarias y marginadas en los medios. Esperemos que vayan a más.
Por ejemplo está la postura de Ecologistas en Acción de Andalucía: “El confinamiento debido a la COVID puso de manifiesto la vulnerabilidad que implica la orientación exportadora y la dependencia de importaciones… Necesitamos superar el debate entre liberalismo y proteccionismo económico con un nuevo modelo de producción y comercio con justicia ecosocial donde los aranceles pueden ser útiles si nos ayudan a relocalizar diversificando las producciones locales… la solución -a la guerra comercial trumpista- no es una huida hacia delante buscando mercados internacionales alternativos para profundizar la globalización económica con sus nefastas consecuencias de desigualdad social y destrucción ambiental” (Aranceles, ¿una oportunidad para reorientar el modelo productivo agrario andaluz pasando de la exportación a la Soberanía Alimentaria? • Ecologistas en Acción). Efectivamente, la solución no está en más globalización o en una nueva globalización económica total, mientras no exista en todo lo demás.
¿Estamos en un cambio de ciclo o en el fin de la democracia como la entendemos?
Terminamos con la opinión de Josep Ramoneda, un tanto pesimista y que abre debates para otros análisis “¿En esta nueva etapa, la democracia seguirá siendo factible? Esa es la cuestión de fondo ¿Qué significa que los acompañantes de Trump digan que su libertad es incompatible con la democracia? ¿Debemos entender que la democracia liberal es una etapa que corresponde a un periodo determinado y que ahora entramos en otra fase en la que esa democracia está en fase de extinción? … En el capitalismo industrial existía un espacio físico en el que las partes se encontraban. Y eso ahora está difuminado … el señor Elon Musk dispone de un poder que no había tenido ningún otro empresario en el capitalismo” (https://www.eldiario.es/cultura/josep-ramoneda-elon-musk-dispone-no-habia-tenido-empresario-capitalismo-cat_128_11802598.html).
Sociólogo Pensamientos Talberich
1 Garcia–Rosales, C. y Penella, M. (2011): Palabras para indignados. Madrid, Mandala Ediciones.
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