El sermón: De la nostalgia a una nueva etapa

Miguel Riera

Cuando el lector lea estas líneas ya se conocerán los resultados de las elecciones parlamentarias españolas, y los medios estarán en ebullición especulando sobre las distintas y probablemente muy complejas posibilidades de formar un gobierno estable.

Pero como nosotros desconocemos esos resultados, el lector puede suspirar aliviado: nosotros le hablaremos de otra cosa.

Llega 2016, un año que se anuncia difícil, y en el que podrá constatarse si esa salida de la crisis que nadie ve empieza a llegar a la gente, o si por el contrario se siguen produciendo recortes, los jóvenes continúan poniendo sus expectativas en el exterior, y el empleo que se crea va más allá de un simple reparto del trabajo a base de fragmentarlo en contratos temporales. El tiempo lo dirá.

En El Viejo Topo, 2016 tiene un significado especial: se cumplirán 40 años de su aparición, allá en el convulso 1976, con Franco ya muerto pero en medio de una represión rampante y con Adolfo Suárez recientemente nombrado (a dedo) presidente del gobierno. Y, después de 40 años, todavía estamos aquí.

Por una vez, el lector me disculpará la nostalgia. Después de todo, a partir de cierta edad la nostalgia es un elemento sustancial de la naturaleza humana, sobre todo cuando se amontonan los recuerdos y lo nuevo suena cada vez más a repetido o ya vivido. Aunque, si bien muchas cosas se repiten, nunca lo hacen del mismo modo, porque cambia el marco en el que se desarrollan y también la cultura política de quienes ahora pueden protagonizar cualquier cambio.

Entre las cosas que recuerdo con nostalgia de aquella época destacan la ingenuidad política de algunos (entre los que me cuento), el compromiso, el espíritu de lucha, el convencimiento de que podíamos cambiar la vida, las ganas de enriquecimiento cultural. También un sentimiento desconocido por los jóvenes de hoy: el ansia de libertad. La sensación de libertad que experimentábamos (utilizo el plural porque he tenido ocasión de comprobar que era un sentimiento muy extendido en mi generación) al cruzar la frontera para asistir a un ciclo de cine prohibido en España, o comprar libros igualmente prohibidos, o contactar con militantes comunistas, anarquistas o socialistas allende la frontera. Diez metros más allá de cruzar la raya se nos ensanchaban los pulmones, el aire parecía más puro y la alegría –por no decir la euforia– se adueñaba de nosotros.

Con todo, fuimos una generación poco consecuente. Con la llegada de la democracia –limitada, pero real– se produjo la desbandada: había muchos ámbitos en los que trabajar para mejorar las cosas, y los partidos, sobre todo el PSOE, cooptaron todo lo que se movía, salvo raras excepciones. Fue un proceso de drenado que dejó a la sociedad civil sin activistas, dedicados la mayor parte de ellos a la gestión pública. Sin activistas y sin fuerza. Algo que puede repetirse ahora, si no se tiene en cuenta aquella experiencia, un peligro que ya ha puesto de manifiesto, en Barcelona, la PAH, cuyas filas han sido cribadas con incorporaciones de sus miembros a las instituciones municipales.

Pero no es este el momento de lamentos, sino el de esperanzas. Año nuevo, vida nueva. También política nueva; y si no llega, habrá que exigirla. Gente hay para ello.

En El Viejo Topo también queremos empezar algo nuevo. Celebrar estos 40 años renovando nuestro proyecto. Y, tras más de un año de desventuras y torpezas en el mundo virtual, en este primer mes del año vamos a inaugurar una nueva página web que pretende ser mucho más que una página convencional. En ella, el visitante encontrará artículos distintos a los que ofreceremos mensualmente en papel, en una sección, Topo Express, pensada para poder abordar la actualidad con mayor diligencia de lo que permite una revista mensual de confección artesanal. Una sección que pretende ofrecer, con celeridad, claves para comprender aspectos concretos de la realidad, y que, sin aspirar a competir con otros medios virtuales ni con la prensa diaria digital, intentará ofrecer cotidianamente textos que inciten a la reflexión sobre los acontecimientos más relevantes.

Otra sección, La Comuna, permitirá a sus seguidores participar en debates, compartir experiencias lectoras o encontrar bibliografía sobre temas diversos. Todo ello, de forma incipiente, verá la luz, como he dicho, en este mismo mes de enero.

Regreso a la nostalgia: hace 40 años recortábamos a tijera las columnas de texto, las pegábamos sobre papel, hacíamos los titulares a mano, con unas letras adhesivas llamadas Letraset. Entregábamos esas maquetas a la imprenta, y esperábamos el cotidiano secuestro, que prácticamente nunca llegaba a ser eficaz gracias a la complicidad de distribuidores, quiosqueros y libreros. Hoy, los tiempos han cambiado, todo ha adquirido la velocidad del vértigo, y las noticias envejecen casi al mismo tiempo que se publican, pues otras corren ya a sustituirlas. Y, tal vez sea efecto de la nostalgia, pero me parece que tenemos que echar el freno. Que más vale pensar algo las cosas, que aturdirse con noticias superficiales, una tras otra. Que leer con calma es más nutritivo que recorrer titulares.

Y es por eso que, en esta nueva etapa, el Topo se aggiorna al ritmo de los tiempos, pero sin perder su esencia: ayudar a pensar.

O, al menos, eso intentaremos. 40 años después.