Paco Fernández Buey, desde la nostalgia. Entrevista a Víctor Ríos de Miguel Riera

Víctor Ríos

Paco Fernández Buey desde la nostalgia
No era difícil entablar amistad con Paco Fernández Buey. Amable y cordial, estaba siempre al alcance de cualquiera. Pero si alguien puede presumir de amistad profunda y larga, larguísima, este es Víctor Ríos.

—Más de una vez oí a Paco decir que a ti te consideraba su hermano, así que más allá de su propia familia sanguínea, probablemente eres la persona que lo conoció mejor. ¿Cómo era Paco?

—Sí, Paco ha sido siempre para mí como un hermano mayor. Mayor porque nos llevábamos nueve años. Y sí, ambos nos considerábamos más que amigos. Nos conocimos a finales de los 60 y mantuvimos una relación constante hasta su muerte, incluso cuando estábamos muy alejados geográficamente.

Me preguntas cómo era… Paco era muchas cosas. Era una persona generosa, estudiosa, trabajadora, una persona muy sensible y por supuesto una persona comprometida. Además de eso yo resaltaría que era una persona que sabía escuchar. Escuchar a los demás, fueran quienes fueran, no solo a la gente que le podía aportar algo intelectualmente; él escuchaba a todo el mundo y tenía una característica en ese saber escuchar, que es que no solo escuchaba lo que decías sino también lo que no decías. Sabía escuchar los silencios y sabía interpretar los gestos.

—Y esas virtudes se reflejaban en su trabajo y su compromiso, claro.

—Desde luego. Buena parte de su tiempo de investigación, de estudio, lo ponía al servicio de los demás en actividades que podían interesarle unas veces más y otras menos, pero si se le pedía apoyo él lo daba, ya fueran estudiantes, trabajadores, a quién fuera. Aprendió a ser muy tolerante y a saber gobernar las diferencias, la diversidad, con tolerancia y paciencia.

—Era una persona muy sensible, has dicho. ¿En qué sentido?

Lo he subrayado no solo porque era un gran amante de la poesía, sino porque él aprendió a interiorizar los valores que iba asumiendo. Paco empezó siendo un rojo y luego fue añadiendo capas: violeta, verde, pacifista, y cada capa que asumía la quería incorporar a sus comportamientos. Creo que era el más feminista de los varones de la redacción de mientras tanto. Fue el que antes aprendió de las mujeres. Aprendió a escucharlas, le interesó conocerlas, a las que tenía cercanas –yo creo que Giulia Adinolfi fue un referente muy Importante para él–, pero también a otras, por ejemplo a las feministas italianas. Paco tuvo mucho interés en conocer el papel del feminismo en la transformación del Partido Comunista de Italia, el papel de las mujeres que plantearon los temas de los cuidados, todo eso lo metabolizaba, y Paco aprendía a cuidar, a feminizar su actitud. Y el Paco pacifista no solo era un luchador por la paz y contra la OTAN, sino que quería aprender a resolver de forma pacífica no solo los conflictos políticos sino también los personales, y eso le llevaba a mostrar un talante en parte nuevo frente al talante de los leninistas clásicos, por decirlo de alguna manera.

Recuerdo una reunión de mientras tanto, cuando incorporamos a los colores rojo, verde y violeta de la revista el blanco del pacifismo. Paco nos dio un discurso tan intensamente pacifista que uno de los redactores ironizó llamándole Sor Paco, lo que por cierto no le gustó mucho. Él metabolizaba y vivía intensamente esos valores de los que hemos hablado.

—En cuanto la capa verde…

Como en todo, en esto también era auténtico. Fue una persona austera que sabía vivir mejor con menos, que nunca tuvo vehículo privado y fue coherente en sus opciones, en su amor por la naturaleza y en poner el acento al mismo tiempo en la conciencia de especie y en los comportamientos individuales. Es en ese sentido que Paco decía muchas veces que la mejor forma de decir es hacer y que la credibilidad es predicar con el ejemplo. Él fue metabolizando esos valores y consecuentemente evolucionando desde aquel Paco juvenil que yo conocí, un Paco, vamos a decirlo así, leninista en los comportamientos y en el discurso, hasta un Paco que sin dejar de ser leninista en contenidos, en actitudes pasó a ser un gandhiano. Un gandhiano marxista.

—Una de sus características, ya reflejada en lo que has ido contando, era su sencillez, lo abordable que era.

—Paco era humilde. Tenía un gran respeto por su trabajo en la Academia, se tomaba muy en serio tanto el trabajo de investigador como el de divulgación y de profesorado, pero no era nada pedante ni en las formas ni en los tonos; eso hacía que los estudiantes lo vieran como muy cercano. Lo llamaban el buey. La de Paco es la humildad del sabio. Del sabio que además de culto es sabio, porque la sabiduría para Paco no era haber leído muchos libros –que también–, no era el conocimiento académico –que por supuesto también–, sino que era el haber aprendido de la vida, esa educación sentimental que tanto nos ha faltado a los varones, por la que Paco se preocupó desde siempre.  Y a la vez Paco era un gran conversador y tenía mucho sentido del humor.  En veladas y sobremesas sacaba el ingenio, tiraba de ironía y sabía ironizar sobre él mismo, y eso daba lugar a encuentros muy agradables en que se hablaba de cosas serias y de cómo estaba el mundo y la política, y de lo humano y lo divino ante uno o varios orujos. Recuerdo una noche en su casa que hablando del Sahara y de la mili, cuando nos explicaba que lo habían enviado a barrer el desierto con uniforme de marinero, desapareció un momento y volvió vestido de marinero ante la carcajada general de los que estábamos allí.

Francisco Fernández Buey

 

—Creía que había hecho la mili en el Ejército de tierra.

—Sí, así fue, no sé de dónde sacaría el uniforme de marinero. Era un hombre comprometido con las personas y con sus ideales. Un compromiso que mantuvo hasta el final y que le llevó a un desgaste y a un sobreesfuerzo muchas veces mayúsculo; pero ahí estaba, en primera línea política cuando hizo falta y ayudando.  En la redacción de mientras tanto, en el Comité Antinuclear de Catalunya, en el movimiento pacifista anti-OTAN, en la revista En pie de paz, en todo eso coincidimos, pero en una fase posterior en que yo asumí compromisos y responsabilidades políticas en Izquierda Unida o en América Latina él me ayudó muchísimo. Siempre estaba dispuesto a echar una mano.

—¿Qué papel tuvo cuando surgió Izquierda Unida?

—Estábamos en el movimiento anti OTAN, y en el 86 sufrimos esa derrota digna en el referéndum, que se ganó en Cataluña, Euskadi, Navarra y Canarias, pero lo perdimos en el global, y tras un verano de purgatorio y catarsis parecía que teníamos muy poco recorrido político, estábamos derrotados. Paco y yo –y no solo nosotros– vimos con bastante distancia el nacimiento de la coalición electoral de Izquierda Unida, a la que votamos en el 86, pero era una coalición de partidos cupular y hecha de forma precipitada, porque Felipe González adelantó las elecciones para que no cogiera fuerza una candidatura alternativa seria. Pero cuando Julio Anguita se puso al frente de Izquierda Unida y se decidió dar el paso de convertir Izquierda Unida en un movimiento político y social, es decir, pasar de la fase coalición de partidos a la fase de movimiento político y social, es cuando nos metimos en IU, él en Valladolid y yo en Cataluña. Yo, por circunstancias de la vida, llegué a la dirección de Iniciativa per Catalunya, y me plantearon coordinar la elaboración del Manifiesto programa de IC en el año noventa y uno, y le pedí ayuda a Paco porque me parecía que había que hacer un manifiesto que contuviera ideas profundas, porque la situación era desconcertante:  se había caído el Muro de Berlín, disuelto la URSS, no se podía salir del paso con cualquier cosa como algunos creían, sino que había que dar herramientas para entender y avanzar, y ahí pedí ayuda Paco y a otros amigos. Coincidió ese verano con que el PCE estaba preparando también su Congreso del diciembre del 91, y también nos pidieron a Paco y a mí que echáramos una mano, con lo cual estuvimos los dos en su casa en Sarriá con el gran descubrimiento del ordenador portátil; eran los primeros tiempos de los portátiles y estábamos entusiasmados, porque podíamos pasar del típex al cortar y pegar y trabajamos en dos documentos simultáneos: el del Manifiesto programa llamado Libro azul de Iniciativa y el Manifiesto del Partido Comunista de España para su congreso. Luego, cuando yo pasé a la dirección de Izquierda Unida a partir del 94, tenía muchas tareas y mucha actividad y le pedí ayuda para varios documentos en los que yo estaba implicado, y Paco enseguida ayudó, por ejemplo en un documento que fue emblemático en su momento. Pluralismo y coherencia en Izquierda Unida hoy se llamaba ese documento. Paco trabajó sustancialmente en un borrador de ese documento que todo el mundo votó, todas las corrientes, todos los partidos, incluso los que sabían que no lo iban a cumplir, porque era una autocrítica sobre cómo estaba Izquierda Unida. Y cuando estuve en Brasil, y en México, como todavía no era época de correo electrónico, intercambiábamos opiniones en cartas que eran verdaderas sábanas.

Estuviste bastante tiempo en Venezuela, al principio asesorando directamente a Hugo Chávez… ¿Ahí también echó Paco una mano?

—Pues sí, porque aterricé en Venezuela en el momento en que Hugo Chávez lanzó la propuesta de un socialismo para el siglo XXI y claro ¿qué era eso de un socialismo para el siglo XXI? ¿Qué diferencia había con los socialismos anteriores del siglo 20? Había que llenar esa propuesta de contenidos, Rápidamente pedí ayuda a Paco, y yo le iba enviando las cosas que Marta Harnecker yo mismo preparábamos, y le pedía a Paco con urgencia que me diera su opinión. Paco estaba en su despacho en la Facultad, dejaba de comer, iba a por un bocadillo y me escribía inmediatamente con sus observaciones sobre los borradores que hacíamos Marta Harnecker y yo mismo, y ayudó mucho a efectuar el balance de los socialismos del siglo XX y a cómo diseñar el proyecto socialismo socialista para el siglo XXI. Y muchas más cosas.

Víctor Ríos

Víctor Ríos

Además de sus contribuciones digamos que más teóricas, Paco también participó en asuntos que atañían directamente a la política española. Por ejemplo, fue una figura clave en la constitución de Esquerra Unida i Alternativa en Cataluña

—Sí, la relación que existía en aquel momento entre Izquierda Unida e Iniciativa per Catalunya tenía elementos tóxicos. A raíz de que IC apoyó a la organización de IU de Galicia, que estableció una alianza con el PSOE en unas autonómicas gallegas contra la posición de la dirección federal de Izquierda Unida, se vio claramente que se estaba ante proyectos distintos, y fue entonces cuando gentes de Cataluña nos pidieron ayuda para la creación de una organización que estuviera de alguna manera más próxima a la dirección federal de IU, dirigida entonces por Julio Anguita. Paco fue uno de los firmantes del llamamiento a la creación de esa organización. De la misma forma que Paco tenía como referencia política y moral a Julio Anguita, por su honestidad, su coherencia y su proyecto, Paco fue un referente intelectual y moral para Anguita, entre otras cosas por su concepción de la política como ética de lo colectivo.

—Otro asunto político en el que Paco participó fue en relación con el Pacto de Lizarra. Él fue a Euskadi en nombre de IU, ¿no? Tú estabas entonces en la dirección de IU. ¿Fue a valorar la situación? ¿Llevaba alguna propuesta concreta?

—No, él fue, como siempre, a ayudar, conectando en Euskadi con personas que estaban a caballo entre el pacifismo y el deseo de que ETA dejara de matar, y que se pasara de una tregua al abandono de las armas y de la lucha armada, que ya tenía en ese momento características terroristas. Paco tenía amigos, contactos y ayudó. Sí, yo estuve encargado de concretar la participación de Izquierda Unida Federal en el Pacto de Lizarra, fuimos la única fuerza de ámbito estatal que apostó por el pacto, porque creímos que realmente era una vía para la paz, como la que se estaba llevando a cabo en Irlanda entre el IRA y el partido conservador en el gobierno. Creíamos que era posible la paz en ese momento y por tanto apostamos fuerte, sabiendo que eso podía tener un coste de imagen en el conjunto del país, pero pensamos que había que dar un paso valiente y audaz para obtener la paz. Al principio salió bien y se firmó el Pacto de Lizarra con la presencia de Izquierda Unida, pero luego resultó que ETA no respetó la tregua, volvió a matar, con lo que el pacto de Lizarra quedó en agua de borrajas lamentable y trágicamente.

He querido traer esas cuestiones a colación porque con el tiempo va quedando la imagen de Paco como la de un estudioso, un teórico, al margen de la acción política, y está claro que fue mucho más que eso. Pero también fue eso, un estudioso, un ensayista de muchos quilates.  De modo que hablemos un poco de su obra, tan rica y tan variada. ¿Cuáles dirías que han sido, desde el punto de vista intelectual, sus mejores aportaciones?

—Es difícil contestar a esa pregunta con brevedad, porque la obra de Paco abarca muchos campos. A mí me parece muy relevante la inmersión que hizo en el estudio de la colonización española en América Latina y la controversia entre Bartolomé de las Casas y Ginés de Sepúlveda, que dio como resultado un gran libro, La gran perturbación. Discurso del indio metropolitano. Un gran libro creo que poco conocido, al que dedicó años de estudio, que pone ante nuestros ojos todos los elementos del choque cultural derivado de la colonización eurocéntrica y la cristianización armada llevada a cabo por el imperio español.

Otro campo en el que trabajó es en el de lo que se ha llamado la Tercera Cultura. Fue el fruto de pensar durante mucho tiempo en torno a la historia de la ciencia y la filosofía de la ciencia desde las humanidades, buscando esa fusión entre las ciencias positivas y las ciencias sociales para saltar hacia una tercera cultura que fuera puente y síntesis, respetando la especificidad de cada una de ellas. De esas reflexiones salió otro libro importante, Para la Tercera Cultura. Ensayos sobre Ciencia y Humanidades. Otra línea son sus aportaciones sobre la ética; las éticas de la historia y las historias de las éticas, la relación entre ética y política, que llega a cuajar en su idea de la política como ética de lo colectivo, en un repaso que iba desde Aristóteles, el Renacimiento, o el siglo XIX hasta la falsa contraposición entre socialistas utópicos y socialistas supuestamente científicos, lo que le llevó al tema de las utopías, también muy innovador, con mucho estudio detrás, que dio lugar al libro Utopías e ilusiones naturales, en el que  cuajaron años de estudio y reflexión sobre el tema de la utopía, y sobre la utilidad y el valor de la defensa de una utopía concreta en contraposición a ese pretendido marxismo cientificista, economicista, en que había derivado y en parte degenerado el marxismo dominante tras la muerte de Marx. Y por supuesto no hay que dejar de lado su contribución a un marxismo crítico y a un comunismo, el comunismo de la resistencia, que no tenía nada que ver con el mal llamado comunismo autoritario que imperó en los países del este de Europa durante tantos años. Ese estudio de Marx y ese balance histórico-político de los comunismos y de los marxismos, distinguiendo siempre entre comunismo y marxismo y considerándose el, lo mismo que Manolo Sacristán, sobre todo comunista antes que marxista, ese estudio, digo, lo hizo con profundidad y con anticipación. Recuerdo que en el año 1980, nueve años antes de la caída del muro de Berlín, doce años antes de la caída de la Unión Soviética, publicó en mientras tanto un ensayo sobre la crisis del ideario comunista con ideas para su reformulación. Para entonces Paco ya estaba haciendo el balance histórico de los llamados comunismos, y su marxismo era muy original, basado en una lectura muy interesante y profunda de Marx en la que supo percibir la evolución de Marx sin caer en cuestiones como la presunta ruptura epistemológica que tan desgraciada escuela de althusserianos tuvo en España. Gracias a Gramsci y a Manolo Sacristán, Paco estaba vacunado frente a esa lectura estructuralista de Marx, supo rescatar muchas cosas del Marx más joven y al final le interesó mucho el Marx maduro. Sobre el Marx maduro y la evolución y el cambio de posición de Marx sobre Rusia, sobre las posibilidades de transformaciones sociales en Rusia sin pasar por el capitalismo industrial desarrollado para llegar directamente desde las comunas aldeanas a una forma de post capitalismo, reflexionó mucho.

—No olvidemos a sus santos.

—Claro. Yo creo que los dos autores del siglo XX que a él más le impactaron fueron Antonio Gramsci y Simone Weil. Sus santos, decía él. Eran sus santos porque eran dos derrotados que habían sufrido y habían mantenido una coherencia entre el decir y el hacer. Y con un pensamiento propio, cada uno en su tradición. Gramsci en la tradición marxista; Simone Weil sin una tradición clara, aunque con mucha simpatía por el anarquismo. Y esa resistencia frente a la desdicha, esa coherencia personal de Gramsci en la cárcel, que no quiere suplicar su excarcelación a pesar de su enfermedad y de sus dificultades físicas, porque quería ser tratado como los demás, y esa actitud de Simone Weil que deja sus clases para ir a la fábrica a vivir la experiencia de los trabajadores y su sufrimiento, todo eso a Paco le impresionó mucho y creo que le fue convirtiendo en un marxista muy singular, marxista porque seguía en la tradición del marxismo pero bebiendo de otras fuentes, y cuando además a eso le unió la conciencia de especie y la importancia y la gravedad de la cuestión ecológica, y cuando vio que el pacifismo implicaba mucho más que asumir que había que luchar por la paz, sino que había que asumir ideales de no violencia tanto en el conflicto personal como en el colectivo, y cuando encontró en el feminismo italiano una referencia para cambiar los comportamientos cotidianos, logró que todo eso se fundiera en él, por eso digo que su marxismo era muy singular.

Obviamente nos quedaríamos sin espacio en esta revista para comentar todos los campos en los que Paco volcó su talento y su esfuerzo, pero hay uno que no quiero que se nos escape: la divulgación y el trabajo con los jóvenes.

—Desde luego. Pero antes tampoco quiero que olvidemos su opción por los valores de la teología de la liberación y del cristianismo emancipador. Ahí Paco también ha marcado un camino que ha ayudado a destruir dogmatismos en el campo ateo, manteniéndose él como una persona de creencias laicas, no de creencias religiosas, con un diálogo basado en el compromiso de estar con los pobres, de estar con los de abajo, con los desdichados… esa pulsión le hacía estar muy próximo a las razones del compromiso de los cristianos de la teología de la liberación.

—En cuanto a la divulgación…

—Ahí hizo un gran trabajo. Para no extenderme demasiado, citaré solo dos ejemplos: Lenin y su obra, en la vieja colección Conocer, y Marx (sin ismos). La primera edición de Lenin y su obra es del año 77. Tenía 34 años cuando lo escribió. Mostraba un estudio y una capacidad de análisis crítico de la trayectoria de Lenin muy interesante. Es un libro que hoy aguanta muy bien. Marx (sin ismos) es un texto muy útil. De hecho, leer hoy a Paco por quienes aún no lo han leído, o releerlo por los que ya lo conocen, es muy útil. Paco ya es un clásico, pero es un clásico que enseña mucho para orientarse en el mundo y en los problemas de hoy.

—¿Sabes?, a mí me pasa algo extraño con Paco. No tengo la impresión de que se haya ido, a pesar de los diez años. Es como si en cualquier momento pudiera abrir la puerta y entrar en la redacción. Si sucediera eso creo que no me inmutaría, me parecería natural.

—Yo siento mucho su ausencia. Me sentía muy unido a él. Aprendí mucho con él. Trabajamos muchas cosas juntos. Lo echo en falta y a la vez lo tengo muy presente. A menudo me pregunto algo que es un poco absurdo, un contrafáctico si quieres:  qué pensaría hoy Paco de tal o cuál problema, de tal o cuál cambio en el mundo, y sobre todo que haría Paco hoy ante tal situación. Por ejemplo, Paco hizo objeción fiscal a los presupuestos militares, lo cual era arriesgado siendo académico. Ante una situación como la actual, ante el peligro de una escalada bélica que puede acabar en guerra nuclear lo que se les ocurre a algunos gobiernos es reforzar los presupuestos militares. Rearmarse cuando hay tantas necesidades que cubrir aquí mismo y hacia el sur. Yo creo que Paco volvería a levantar la bandera de la insumisión a los presupuestos militares, al gasto en la mal llamada defensa para apostar por un gasto en seguridad: en seguridad alimentaria, en seguridad social, en seguridad sanitaria… Pensar en cómo se comportaría Paco en determinadas situaciones a mí me sirve de guía para mi forma de estar hoy en la vida. Paco me sirve como un ejemplo al que seguir. Una persona de la que tengo nostalgia. Mucha nostalgia.

Publicada en la revista El Viejo Topo, número 416 de septiembre 2022.