El affaire Volkswagen. Entrevista a Olga Fernández Quiroga

Salvador López Arnal

El affaire Volskwagen
Olga Fernández Quiroga [@olfequir en twitter], de profesión psicóloga, especialista en psicología clínica, es activista de la participación ciudadana en general y en salud en particular y editora del blog e-Criterium noticias desde junio de 2009

 Me gustaría centrarme en un artículo suyo reciente: “Volkswagen: Un atentado contra la Salud Pública” En él dice: “He esperado unos días para escribir este post a ver si salía nuestro peculiar Conseller catalán de Salut, Ruiz, o el del Gobierno español, o responsables de la Unión Europea o del Gobierno alemán…” ¿Siguen sin salir? ¿Y por qué deberían salir responsables políticos de sanidad en este caso?

—Siguen sin salir, sí. Y deberían hacerlo de manera contundente, porque sencillamente estamos ante un problema de salud pública. Prioritariamente. Luego, vienen los otros problemas.

En Catalunya, nuestro Conseller de Salut Ruiz, siempre en su papel de representante de la patronal sanitaria privada, tan aficionado a realizar declaraciones como aquella en la que decía que la salud es cuestión de cada cuál, o la que nos aconsejaba contratar un seguro privado, no ha considerado que deba intervenir. No le hemos oído defender la salud de su gente. No ha dicho nada. Claro, de momento la sanidad privada no se encarga aún de la salud pública, así que debe pensar que es un asunto de cada cuál. Penoso.

Lo que pretendo con mi post es aprovechar el caso VW para impulsar una reflexión compartida e ir un poco más allá de los titulares de los periódicos y situar el problema para la salud (la nuestra y la del planeta) en el punto central.

—¿Por qué cree que el caso Volkswagen, un caso de fraude industrial, es un atentado a la salud pública?

—No es una creencia. Es un hecho. El fraude industrial implica, en esta ocasión, que la empresa VW ha manipulado sus motores a sabiendas y con alevosía, para emitir a la atmósfera dióxido de nitrógeno contaminante, que es un agente cancerígeno. Cuarenta veces más de lo permitido.

Eso nos va afectar a todos. La contaminación del aire causa más muertos que los accidentes de tráfico, aunque creo que hay poca conciencia de este problema. No nos moriremos de inmediato como puede pasar en un accidente, pero contraeremos una enfermedad grave que acarreará sufrimiento y puede que muerte. Además es un ataque frontal a la salud del planeta, de la que dependemos y del que vivimos todos, incluido el equipo de dirección de VW, sus trabajadores y todos nuestros descendientes. Hipotecan el futuro. Nuestro futuro.

Olga Fernández Quiroga

Olga Fernández Quiroga

Cita también usted una palabras de W. Schäuble, en las que respecto a Wolksvagen afirma que “saldrán fortalecidos” y que la razón de todo es “la cada vez mayor codicia que existe en el mercado mundial”. ¿Y ya está? ¿Sin más problemas? ¿No hay rectificación de Herr Doctor Schäuble?

—Ignoro si Herr Schäuble rectificó, pero me parece una idea singular y a la vez contradictoria. Estoy por llamarle a ver qué me dice, porque reconocer esa gran verdad, que los mercados básicamente funcionan por codicia y que van a más, y seguir con su doctrina basada en el austericidio económico para muchos países, me parece de una gran hipocresía.

Si alguien tan poderoso como él, tan acostumbrado a imponer la disciplina a los otros (recordemos que fue el gran instigador de que Grecia saliera del euro y se “disciplinara”) dice en voz alta algo así, debería ser consecuente y tomar medidas contra ese mercado que no tiene límite en su voracidad. Sobre todo él, que mantiene ideas radicales sobre otros temas, como utilizar a las fuerzas armadas alemanas en el interior del país, algo prohibido expresamente en la Constitución alemana, o el internamiento preventivo de sospechosos de terrorismo… y otras propuestas parecidas. Esta contradicción debería generarle algún problema. Pero parece que no pasa nada. Él considera que la política es una competición y ha sabido mantenerse en ella, ocupando cargos importantes durante más de 40 años.

Es más, Alemania ha hecho servir al gobierno de España, a través de nuestro ministro de Industria, Soria (¿o debería decir el ministro representante de los grandes conglomerados industriales?), para proponer a la Comisión Europea que se permita a los motores diésel un umbral de emisiones de dióxido de nitrógeno (NO2) que supera en un 43% lo que plantea Europa.

Finalmente sólo se propone incrementar un 20% las emisiones a cambio de cambiar los sistemas de homologación

Si quieren matarse, que lo hagan entre ellos.

—En su opinión, ¿qué ha ocurrido realmente en la gran multinacional germana? ¿Error, exceso, fraude diseñado?

—Fraude diseñado. Sin paliativo alguno. Ataque frontal a la salud de las personas y del planeta.

Pero si decimos solo fraude, parece algo más leve y que se puede arreglar corrigiendo los motores afectados, alguna indemnización, multas y punto final. Debemos decir “ataque a la salud pública y envenenamiento del planeta”. En primer lugar. Esta es la cuestión. Después viene el fraude, también, pero la perspectiva es diametralmente diferente y opuesta.

VW ha pedido perdón a “sus compradores”. Y les ha dicho que lo arreglará. Ese es el ámbito en el que quieren que quede, porque ¿cómo podría arreglar los perjuicios contra la salud? Podría de una manera: tomando conciencia de que sus productos de ninguna manera pueden seguir siendo como ahora. Y eso es extensible para toda la industria automovilística

—¿Tiene alguna justificación lo sucedido? Por ejemplo: ¿la competitividad desalmada a la que todas las industrias del mundo se ven sometidas? ¿La dura lucha por el nuevo penique acumulado? ¿No hay industria humana que sea perfecta?

—Sí, por supuesto. Tiene todas esas explicaciones y muchas otras. Las guerras comerciales supongo que deben ser exterminadoras y dicen que VW estaba preparando el desembarco en los USA, en dónde los vehículos diésel representan sólo el 3%, mientras que en Europa son casi la mitad del parque automovilístico.

Pero no justifican para nada el hecho. Lo único que se demuestra, una vez más, es la milonga que nos repiten sobre la autorregulación de los mercados y la industria. La impunidad en la que actúan las empresas está desmadrada.

Si quieren matarse, que lo hagan entre ellos. Que se reúnan en un espacio cerrado, rodeados de sus motores contaminantes y que compitan a ver quién aguanta más sin enfermar. El que enferme primero, pierde.

—¿Por qué cree usted que se denunciado ahora y desde tierras americanas? ¿No puede representar un ataque made in USA contra “la industria europea”?

—Puede representar un ataque USA, sí. Hay cantidad de hipótesis. Estrategia USA, política respecto a las marcas propias, ataque al diésel, o un escarmiento simplemente y le ha tocado a VW… incluso hay quién dice que es una venganza por las multas que Europa le pone a Google o Microsoft. No lo sé, ni tampoco quiero dedicar mucho tiempo a averiguarlo. Lo importante es que de nuevo nos enteramos de pronto que las cosas funcionan mal. Muy mal. Y nos lo tienen que decir desde fuera. Confiamos en que cuando se promulga una ley respecto a la reducción de contaminantes ambientales, se cumplirá. Y como pasa muchísimas veces, resulta que no es así. Es muy decepcionante. Nuestro sistema político promueve que las empresas campen por sus anchas.

 En Europa mueren cada año 500.000 personas por la contaminación del aire, según datos de la OMS.

—¿VW se ha publicitado alguna vez como empresa ecológica?

—Por supuesto. Y creo que le han dado algún premio y todo. Y premios en USA. En mi blog puse un link a su wek. Se llama Think Blue.

http://thinkblue.volkswagen.com/es/es/start

Un ejemplo de un texto: “…Con “Think Blue” hemos dado lugar a proyectos en todo el mundo que muestran lo divertido que puede llegar a ser el hecho de vivir con un poco más de conciencia ecológica. En España formamos a los más jóvenes con los Think Blue. Workshops, entre otras actividades. ¡Que te diviertas mientras exploras!…”

Esta clase de empresas utilizan lo que denominan “responsabilidad social”. Resulta que es simplemente una cuestión de marketing, pero hay gente que se lo cree.

—Afirma que lo sucedido es un atentado contra la salud de las personas y el envenenamiento del planeta. ¿En qué afecta o puede afectar a la salud humana?

—En Europa mueren cada año prematuramente alrededor de 500.000 personas debido a la contaminación del aire, según datos de la OMS.

Asma, enfermedades cardiovasculares, defectos de nacimiento, cáncer. A España creo que nos corresponden unas 20.000, y el tráfico es una de las causas principales. Esto ya no tiene remedio. No se puede solucionar con una indemnización, ni se puede resucitar a la gente. ¿Por qué alguien debe morir para que algunos puedan tener más beneficios? Todos pensamos que esas 20.000 personas son los otros. Pero todos entramos en el lote. Y va a más.

Si le dijéramos a los directivos de VW o a cualquiera de nosotros que nuestro hijo moriría, que sería unos de esos 20.000 muertos, ¿qué haríamos? O si pensáramos que no moriría ahora por respirar partículas cancerígenas, pero que moriría en poco tiempo por una inundación o por hambre, porque el planeta está envenenado, ¿qué haríamos? ¿Y a cambio de qué?. ¿De tener todos un coche? ¿De destinar miles de millones a financiar faraónicas infraestructuras para que circulen nuestros vehículos?. ¿Es esto lo que nos hace felices?

Y qué proponer entonces…

—Sería más saludable y racional pensar las estructuras de las ciudades para que circularan estupendísimos, rapidísimos, eficacísimos y comodísimos transportes públicos. Ciudades para las personas, y no para motores de coches que nos matan de diferentes maneras.

Desgraciadamente estoy segura de que en la industria automovilística saldrán más estafas respecto a las emisiones al medio ambiente

—¿Quiénes son esos “no empresarios”, como afirma usted en su artículo, que en cambio son “depredadores sociales que se “alimentan” de la destrucción, el sufrimiento y la muerte”? ¿VW es un caso singular o es una práctica generalizada?

—VW es el caso que sirve para señalar una práctica generalizada. Esos empresarios son empre-saurios, porque siguen viviendo en el paleolítico sin enterarse de que esa época ya pasó. Son los que nos dicen que crean riqueza, pero crean muerte y miseria. Son los que dicen que hay que desregular, pero ellos se preocupan muy mucho de contar con contratos regulados y blindados; son los que van por el mundo pensando que son inmortales y la muerte solo afecta a los otros, son psicópatas sociales para los que el resto de seres humanos somos números con ceros a la izquierda. Y se apoyan en una doctrina integrista llamada ultracapitalismo que vende humo. En este caso, literalmente.

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—¿Qué criticas formula usted a los sindicatos? ¿A todos ellos?

—Los sindicatos tienen que defender a sus trabajadores. Es su función. Pero no pueden abstraerse de la sociedad y el planeta en que vivimos.

VW no es una empresa al uso. El Gobierno del estado de Baja Sajonia posee el 20% de sus acciones. Los sindicatos tienen una participación importante en la empresa. Son más influyentes que en cualquier otra y deben reflexionar sobre lo que producen, más allá de los salarios y las condiciones de trabajo. Creo que esta reflexión y las consecuencias que se derivan, es algo que aún no hacen. Y dado que las empresas no lo harán, los sindicatos deberían liderar esta nueva concepción del trabajo, no solo desde los comités de Seguridad y Salud laboral de cada empresa, sino desde sus propias estructuras organizativas.

 

La cito: “Entiendo perfectamente la preocupación de los trabajadores, pero el trabajo no puede suponer su propia destrucción y la del planeta, o sea un futuro inexistente”. ¿Qué quiere decir? ¿Dónde apunta su crítica?

—Al chantaje que continuamente se nos hace sobre salud o empleo. Puedes tener empleo pero enfermar por ello, o puedes estar sin empleo y enfermar también por ello. No rotundo. No trabajamos para enfermar. Ni para enfermar al planeta. Ni los sindicatos ni los trabajadores deben permitir que se les ponga en esa dicotomía. Es falsa.

Al parecer, afirma usted, la cosa no acaba en VW. ¿Dónde acaba entonces?

—La cosa viene de esta manera: los test obligatorios para que los coches obtengan su certificación se realizan en laboratorios, en unas condiciones estandarizadas que difieren mucho de las condiciones que se dan en la conducción normal, en las vías de circulación. O sea, que no funcionan. Solo son condiciones ideales que nunca se dan en la vida real. Y todos hacen trampa, por tanto, los datos obtenidos, que son oficiales, también son falsos. Y eso para todas las emisiones. También para el CO2, muy contaminante para el medio ambiente.

Gracias al caso VW, los no expertos nos hemos podido enterar de que lo de las homologaciones es un timo, en el que intervienen los fabricantes, las agencias y las instituciones. Y esto se sabía, el fraude en los ensayos de homologación está generalizado. El nuevo reglamento de la Unión Europea que debe ser aprobado por todos los estados pretende cambiar estas pruebas de laboratorio por pruebas en carretera, aunque permitiendo el incremento del 20% de emisiones. Retrocedemos.

¿Por qué alguien debe morir para que algunos puedan tener más beneficios?

¿Por qué la UE y los países que la componen no hacen lo suficiente para que se cumplan sus propias leyes? ¿Cómo se entiende, por lo demás, que los estándares europeos sean el doble que los americanos en este asunto?

—Dejación de funciones si soy generosa. Es lo que pasa cuando el estado deja de pensar en el bien común y se “olvida” que el objetivo de la empresa es ganar dinero.

Control de los lobbies sobre los gobiernos si no soy tan generosa. Las empresas no se autorregulan. Esa es la trampa del sistema capitalista. Y el caso VW es paradigmático: incrementar ganancias como valor absoluto, con implicación, además de VW, de las agencias de homologación y las instituciones europeas y nacionales.

—Controles mal diseñados, medios insuficientes para realizarlos…

—Cuando se formulan leyes relacionadas con el medio ambiente no hay verdadera intención de cumplirlas, y mandan las grandes corporaciones industriales. El Gobierno español del Partido Popular se caracteriza por este hecho. A veces simplemente pretenden proteger a los suyos, a sus industrias, caso de que tengan, y de ahí vienen las diferencias entre países o entre Europa y USA.

La cuestión de los estándares viene a reafirmar que el medio ambiente y la salud no son ninguna prioridad. Un ejemplo decepcionante son las cumbres que se hacen sobre el cambio climático, con esos apaños sobre las emisiones de CO2, una solución de compraventa entre países que me parece absurda. Es como si todo se solucionara con ese axioma de “el que contamina paga”. Una idiotez. El que contamina mata, aunque pague. Y pagamos con nuestra salud.

Si la industria, cualquier industria, estuviera segura de que las autoridades públicas van en serio, las corruptelas serían mucho menores y los valores del bien común se irían imponiendo en la sociedad.

—¿Alguien puede asegurar que lo sucedido con Volswagen no ocurre en el caso de otras marcas automovilísticas?

—Exactamente como en el caso de VW no, pero otras marcas también han tenido sanciones por exceder el límite de las emisiones contaminantes y mentir: Ford, Honda, Kia, que es una filial de Hundai.

A cada nuevo límite que se establezca buscarán nuevas maneras de saltárselo, y volverá a suceder. Sólo un cambio social, una conciencia precisa de que respiramos, comemos y estamos rodeados de artilugios que nos enferman, impedirá que vuelva a ocurrir. En la industria automovilística o en otra cualquiera.

Gracias al caso VW, los no expertos nos hemos podido enterar de que lo de las homologaciones es un timo.

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—¿Cree usted que los responsables de lo sucedido se van a salir de rositas?

—En relación con la importancia que tiene el delito cometido para la salud pública, creo que sí. La culpabilidad de VW está reconocida por ellos mismos. La responsabilidad de todos los agentes implicados no. Dudo que el Gobierno español o el de la Generalitat de Catalunya realicen alguna acción para castigar a los culpables y no digo ya para modificar todo aquello que, este caso, demuestra que funciona mal o no funciona.

Como siempre, no hay intención política de intervenir en la regulación de las empresas, en ejercer con rotundidad todos los controles que correspondan y en pensar seriamente en la contaminación como un hecho mortífero para la población y por tanto tomar desde hoy mismo medidas para resolverlo. Tampoco hay aún conciencia social sobre el problema del medio ambiente y la salud.

—¿Las autoridades alemanas sabían algo de lo que estaba sucediendo?

—Sé que hay informes de la propia Comisión Europea que desde el año 2007 ya habían detectado las diferencias entre los test de laboratorio y las emisiones reales en carretera e incluso sobre la existencia de “artilugios que pueden también activar, modular, retrasar o desactivar el sistema de control de emisiones”. Cabe suponer por lo tanto, que los gobiernos de los países miembros también lo sabían.

Insisto en la idea de que cuando se hace una ley, las empresas encuentran la manera de de trampearla, rodearla, o infringirla, incluso cuando se trata de un problema de salud pública que también les alcanza a ellos. Las empresas no lo van a solucionar, los estados están en connivencia o chantajeados, así que tendremos que exigirlo nosotros, según nuestros medios y nuestras posibilidades.

No hay intención política de intervenir en la regulación de las empresas

—¿La industria puede seguir dando lecciones de eficacia, de tecnología de punta, de saber hacer, de competencia, de competitvidad, urbi et orbe?

—Tendría que hacerlo, pero lo hace en negativo. En la competitividad, por ejemplo. Son expertos. Competir hasta morir. El problema es que no sólo mueren ellos, quieren que les acompañemos.

La eficacia se traduce sólo en conseguir ser líder en el mercado, la tecnología punta puede quedar relegada cuando supone algún incremento del gasto o simplemente amortiza modelos obsoletos y el saber se transforma en saber hacer… dinero. Beneficio rápido y la competencia pierde su polisemia y queda fijada en el significado de competición.

No tenemos que aceptar esas lecciones que nos dan continuamente poniéndose como ejemplo de gestión eficaz en contra de la supuesta ineficacia de lo público. Pero en su modelo, triunfan. Por eso insisten. Son competentes y eficaces cuando logran esos ceros de más a la derecha. Aunque esa competencia se base en el engaño, en saltarse las leyes, en un seguro de impunidad y en un egoísmo suicida que lleva a la destrucción del planeta. Importa el aquí y el ahora.

—¿Quiere añadir algo más?

—Nosotros, la ciudadanía, podemos detener y hacer retroceder este sistema que intenta envenenar nuestros cuerpos y nuestras mentes. Y lo haremos, como siempre se ha hecho. Reforzaremos las instituciones públicas, trabajaremos para el bien común, saldremos del aislamiento asociándonos y compartiendo con otros, actuaremos personal y colectivamente en todos aquellos sitios y temas a los que lleguemos.

Y lo conseguiremos. Y así, ganaremos todos. Incluso ellos. Eso es el bien común. Y la generosidad.